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927 14 Noviembre 2011

LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO
Futuro en riesgo
Edilberto Cervantes Galván

M
onterrey.-
Puesto que el futuro de la nación son los jóvenes y niños de hoy en día, hay que reconocer que el futuro de la nación está en riesgo.

La movilidad social tradicional que se asociaba a la educación y a la obtención de un empleo estable ya no lo es más, desde hace por lo menos tres décadas. A esa falta de movilidad que provoca frustración individual y desigualdad social se asocia ahora un entorno de violencia extrema que provoca temor y desafíos colectivos.

El Estado mexicano abdicó de su obligación de formar ciudadanos responsables y ha reducido la escuela a un sitio donde mal se aprenden español y matemáticas. La tarea central de la escuela y sobre todo de la escuela pública no puede ni debe ser otra que la formación de ciudadanos éticos, participativos y democráticos.

Así lo plantea Guillermo Hurtado, director del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Y señala que la sociedad mexicana, los mexicanos hemos dejado de demandar al Estado que la educación cumpla con uno de sus fines prioritarios: la formación de ciudadanía. “Formar el tipo de ciudadano que queremos para el país que deseamos construir”.

Hay un desánimo muy grande, dice Hurtado; una falta de idealismo, de sueños; incluso podemos decir que cierto cinismo flota en el ambiente, aunque esto no sólo está presente en México, sino en todo el mundo.

El sistema educativo no brinda las condiciones para construir un pensamiento crítico que ayude a niños y jóvenes a afrontar el clima de violencia, la pobreza, la explotación laboral y la  injusticia social que padecen, al ser excluidos del mercado y de la sociedad. Se conforma el gobierno con evaluar las capacidades memorísticas pero nada se hace para desarrollar las posibilidades de reflexión.

El desfase entre la preparación en las escuelas y el sistema productivo, no sólo es resultado de un capitalismo globalizado y voraz, sino también de la modificación de nuestro entorno. Mucho tiene que ver la forma en la que vivimos en las grandes ciudades y cómo distribuimos nuestro tiempo. Mas la creciente dependencia de la tecnología en los jóvenes es muy evidente: viven en un mundo de virtualidades, de fantasías.

Una de ellas, muy específica y generalizada a la vez, son los videojuegos, en los cuales la violencia puede ser extrema. Se apela a la capacidad que tenemos los seres humanos de ser crueles y agresivos.

El resultado es la ausencia de un pensamiento crítico en los jóvenes y esto explica en parte por qué pueden apoyar causas como la pena de muerte, la prisión perpetua y limitar su libertad por una seguridad precaria y limitada.

La Encuesta Nacional de Cultura Constitucional 2011, elaborada por el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, reveló que los jóvenes de 15 a 19 años son el grupo de población que más se inclina a favor de la tortura para interrogar a presuntos delincuentes y de la aplicación de la pena de muerte.

Telésforo Nava, politólogo y experto en movimientos sociales, asegura que cuando una sociedad ve peligrar sus equilibrios y cuando las tensiones sociales se agudizan por el desempleo, la falta de acceso a la salud y a una vivienda digna, las posiciones políticas se vuelven más conservadoras y se puede optar incluso por posiciones contrarias a los derechos básicos.

Los jóvenes enfrentan condiciones no sólo de violencia, sino de una falta de perspectivas de futuro, porque si concluyen su formación universitaria, incluso con un doctorado, nada les garantiza que habrá un empleo para ellos.

Los jóvenes, sobre todo los menores de 20 años, aún están en un proceso de aprendizaje en cuanto a la forma de controlar su emotividad y suele ser más complejo para ellos proyectar las consecuencias de sus actos a futuro.

Si continúa en los jóvenes el estado de creciente ansiedad, temor, violencia e inseguridad, estas pautas de conducta orientadas a posiciones más violentas pueden ser permanentes, pues el cerebro también aprende a responder ante entornos agresivos, asevera Óscar Galicia Castillo, profesor del departamento de sicología de la Universidad Iberoamericana (Uia).

Se podría plantear entonces el dilema de si la actitud hacia la represión y la tortura de los jóvenes mexicanos es un efecto de la violencia sin control de estos últimos años o se trata de una causa.

¿O es que ya vivimos en un círculo vicioso de ignorancia-desempleo-pobreza-violencia y adicciones?

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