Suscribete
938 29 Noviembre 2011

Dinosaurios sin estilo
Hugo L. del Río
 
M
onterrey.-
Estos son días sin sol: los políticos nos quieren hundir en la desesperanza. Vivimos jornadas atroces: Enrique Peña Nieto y Felipe Calderón son adictos a la droga mortal de la intolerancia:
 
El Presidente olvidó la lección primaria de Ortega y Gasset: “el político debe tener piel de elefante” y amenaza con iniciar un procedimiento judicial contra las personas y asociaciones que lo denunciaron ante instancias internacionales por los crímenes y otros delitos perpetrados por personal militar y policías federales.
 
A su vez, el mexiquense manifestó ayer en Radio Fórmula del defe que “con la condena que se hace al PRI sólo se está atentando contra la democracia”.
 
El sábado, en la parte inicial de la ceremonia de su coronación, Peña Nieto no mostró gallardía ni reflejos políticos.
 
Sus agentes de seguridad rebajaron a los judiciales a la categoría de niños exploradores y en el desorden que provocaron, el ahora aspirante único a la candidatura –su postulación oficial por el partido jurásico es una formalidad— perdió la figura. El Universal publicó que el hombre del copete “corrió para abandonar el lugar”.
 
Vaya: quiere ser Presidente de México pero al mínimo brote de violencia, más verbal que física, prueba su buena condición física con una carrera.
 
¡Asustarse al grado de correr nomás porque policías y reporteros, como es propio de usos y costumbres, se están mentando la madre!
 
Fue un final digno de un evento que revivió los viejos, buenos tiempos del jurásico.
 
Pero por lo menos los políticos de aquellos años sabían hablar y no se arrugaban si había bronca. Recuerden a Echeverría cuando lo hirieron a pedradas en Ciudad Universitaria.
 
El discurso de EPN fue, como se decía antes, un disco ya muy rayado: las mismas promesas que escucharon nuestros padres o abuelos desde 1929.
 
Pero lo peor: la presencia de Arturo Montiel dominó la, digamos, ceremonia. El padrino no necesitaba hablar: su comparecencia anunció lo que nos espera si los mexicanos votan por su delfín.
 
Y hubo una ausencia que durante un rato dará pie lo mismo al análisis serio que al chisme barato: Manlio Fabio –Mario Fabio, le dice Elba Esther Gordillo—se negó a formar parte de la escenografía.
 
En México no nos aburrimos.

¿Desea dar su opinión?

Su nombre :
Su correo electrónico :
Sus comentarios :

 

Arreola

Casa Universitaria del Libro

quincena90

15diario.com