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938 29 Noviembre 2011

El vecino es un personaje ambiguo
Cordelia Rizzo

M
onterrey.-
Tenemos décadas de ir desmenuzando la ‘instanciación’ de la guerra contra las drogas en México y comprender que el problema es regional. Sin embargo, sólo derrama muertos en América Latina en los últimos 4 años, más allá de las disculpas e informes que difunden las autoridades y medios estadounidenses, insuficientes, habría que empezar a hurgar en la los documentos y símbolos de sus historias para penetrar en el trasfondo del afán de utilizar a México como chivo expiatorio de su propia guerra contra las drogas. 

Al mismo tiempo tiene que salir de una crisis económica sin precedentes que sólo evidencia los vicios de su propio sistema y la hybris de su sueño americano. Ahora la captura y muerte de Osama Bin Laden es un serio intento por restaurar el brío nacional que retrataba a los americanos como personajes que todo lo podían.

Los filmes aportan un documento indispensable para navegar las aguas profundas de los miedos y esperanzas estadounidenses.  Los zombies y desastres naturales ya nos recrearon, pero ahora, frente a los mismos desastres, al menos tres películas de las que fueron nominadas al Óscar coinciden en que la amputación de una mano es la clave para la supervivencia del personaje principal.  True Grit de los hermanos Cohen, Winter’s Bone de Debra Granik y 127 horas de Danny Boyle, la cual hasta nos muestra la escena misma de la amputación.

En True Grit, la protagonista Mattie Ross (Hailee Stanfield) tiene que amputarse el brazo para sobrevivir la picadura de víbora de cascabel que sucede justo después de que logra vengar la muerte de su padre (el motor de la historia), matando al villano Tom Chaney (Josh Brolin).  La escena final de la película la muestra buscando a Rooster Cogburn (Jeff Bridges), quien ya murió, en un plano en el que se ve claramente que le falta un brazo.  Winter’s Bone, la protagonista, Ree Dolly (Jeniffer Lawrence) tiene que producir al cadáver de su padre para liberarse de la amenaza de la policía de embargarle la casa y el terreno que el fallecido dealer de crack había puesto como garantía de su fianza. Ree apenas logra localizar el cadáver del padre por un golpe de suerte y como está atorado en el lago, debe cortarle los brazos para llevarlos ante las autoridades. 

Finalmente el filme de Danny Boyle cuenta la historia de un aventurero estadounidense que en el más puro espíritu del DIY, se lanza sin avisarle a nadie a una excursión en Utah y tiene que cortarse su brazo para poder sobrevivir después de que una roca lo apresara en una cañada.  Esta última es la más horrorizante de las tres.

Las amputaciones tienen algo de aberrante y como dice Martha Nussbaum en El ocultamiento de lo humano, tienden a recordarnos nuestra fragilidad corpórea y existencial. Las imágenes de un muñón o de una amputación perturban el flujo del recorrido perceptual, y hacen hincapié en esa posibilidad de desaparecer como cuerpo, como sistema biológico. Muestran esa faceta bruta de la muerte que es el “dead end” el muñón, donde para la vida en un bloqueo, en un miembro trunco, una extensión sin propósito.  Flannery O’ Connor, la narradora  norteamericana, tiene personajes con muñones en sus historias, y hace uso de esas imágenes para mostrar las capas más siniestras del ser humano y sus matices patéticos y cómicos. 

Entonces se va perfilando que las amputaciones en estas historias hablan de encontrar un extremo, de tocarse con un límite de la vida.  Algo más que se ha dicho sobre los efectos de una amputación es lo que escribe Freud en “Más allá del principio del placer” en donde profundiza sobre cómo a raíz de aquellos soldados que perdieron miembros en la Primera Guerra Mundial que no son presas de las neurosis de guerra, se puede construir una teoría sobre el masoquismo humano.

Los sueños y fantasías en los cuales los soldados reviven la ansiedad de ser atacados y baleados son exclusivos de quienes no fueron heridos o desmembrados.  Maurice-Merleau Ponty se enfocará, basándose en la teoría del cuerpo de Edmund Husserl, cómo aunque se ampute el brazo, permanece la construcción del cuerpo existencial que no es sólo una imagen sino un mapa neuronal que conserva el cerebro, produciendo los dolores fantasmas.  Lacan hablará de la amputación como una castración, o limitación de la energía de vida fundamental. 

Cada aportación nos va hablando de que una amputación está significando límites de la vida material y existencial.  Por ende valdría la pena plantear si  estas escenas que desnudan ese hecho difícil de sobrellevar en un nivel de conciencia constante, nos hablan de que los críticos de la cultura estadounidense están perfilando formas en las que debe ponérsele fin a la voracidad que produce los malestares económicos, políticos y sociales que les aquejaron en esta última década.  (Fenómenos que inevitablemente nos afectan a los mexicanos, pues son nuestro socio principal.) Es decir, que en el padecimiento de crisis que cada vez se evidencian más como sistémicas, como lo son las de los mercados inmobiliarios de Estados Unidos, la del sistema de salud, la de las amenazas extranjeras después del maltrato a muchos países y también su propia guerra contra las drogas. 

Las imágenes de amputaciones son perturbadoras, y pueden también hablarnos de un tipo de sacrificio social que debe hacerse para parar las consecuencias de seguir el estilo de vida que ha producido tantos malestares.

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