cabeza
Google
fechak

p70

onglogo

iconkult

barraploata

alerelogo

barraploata

indind15

barraploata

indindk

barraploata

sanind

barraploata

berind

barraploata

cepind

barraploata

salind

barraploata

gomind

barraploata

valind

barraploata

aviind

barraploata

guiind

barraploata

cordoind

barraploata

A TRAVÉS DEL HOCICO
DE WINNIE POOH

Roberto Guillén

culturalogoDebido a que carezco del sentido de pertenencia y de posesión, amén de mi renuencia a la acción, producto de mis ataques de abulia, los diciembres navideños siempre me han resultado funestos.
Me parece un ultraje que precisamente esos días me tenga que mostrar jovial, pero yo nunca lo he podido hacer, porque desconozco lo que es un jugoso aguinaldo.
En esos días la martillante radio escupe y escupe las mercaderías del momento. Y las calles del centro de Monterrey lucen atestadas.
Los días se vuelven intragables.
Y la única manera de abstraerse es buscar una guarida-cafetín para leer un buen libro  y estar a salvo de la efervescencia pavloviana.
Entonces me urgía esconderme de la parafernalia navideña, versión 2001.Y como ya no sabía a quien pedir prestado, no me quedó otra opción, por lo que tuve que espulgar en la sección clasificados del poderoso periódico El Norte.
Afortunadamente encontré un anuncio donde solicitaban jóvenes para representar personajes de teatro infantil. Marqué el número anunciado y el empleador me ofreció 500 pesos por semana para trabajar ocho horas.
Se trataba de enfundarse uno de esos monigotes que tanto arrastre tienen con la niñez como es el Pato Donald, Winnie Pooh, Tigre, Tazz, el Gato Silvestre y otros. La chamba consistía en ir a la plaza Morelos para atraer a los niños y venderles una foto a cuarenta pesos.
La propuesta me pareció interesante porque corría el 10 de diciembre y sólo pensaba trabajar una semana, para después recobrar mi Libertad y largarme a un café donde pudiera “salvarme”.
A pesar de que el jale resultó ser una auténtica chinga, no me arrepiento porque a un lado tenía la soberbia belleza de una chica universitaria de la facultad de arquitectura.
Confieso que la amé al instante en que se cruzaron nuestras miradas, pero después de intercambiar unas palabas, sufrí lo indecible. Sobre todo cuando me salió con la triste pendejada que su programa favorito era el de Adal Ramones…
¡Ay! Bella, frívola y soberbia
Ambos terminamos por cancelar la dinámica ritual que exige la génesis de todo amorío. Bueno, el caso es que ahí estaba yo, en la plaza Morelos representando a Winnie Pooh.
Por el hocico veía a un hormiguero de autómatas, aburridos camaradas de café, matrimonios disecados por la costumbre, despistadas putitas de caché, homosexuálicos vibrantes, regiomontanos circunspectos en cuyos labios trémulos podría leerse, Diossss… un padrotito… un padrotito, Diosss por piedad. Politiquillos de medio pelo enfundados en su trajecito de milano; padrotillos nerviosos porque no llega la presa monetaria. Aquel urbano carnaval desdentado de pronto se me transfiguraba en  una pasarela de cotonetes sexuales.
En realidad la paga resultó ínfima, frente a la experiencia de ser apapachado por las nínfulas que con tal de acariciar los peluches del Winnie Pooh, mi esqueleto también se llevaba  su calentadita.
Pero sobre todo, lo que mas me agradó es que nunca en mi vida había cargado tantos pequeñines. Fue fascinante ver a través del hocico de Winnie Pooh como los niños sonreían, se alegraban, saltaban y me gritaban ¡Winnie! ¡Winnie!  ¡Give me five!  ¡Give me five! Winnie   

¿Desea dar su opinión?

Su nombre :
Su correo electrónico :
Sus comentarios :

 

 

 

 

uanlind

15h2

qh2

1
2