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SENSACIONES DE AGONÍA, VII
Tomás Corona Rodríguez

“Jue hace como dos años, no quero ni acordarme porque lueguito me dan ganas de chillar. La Conchita taba chiquilla, apenas tendría unos 14 y empezaba con la mala vida que nos toca a munchas mujeres en estos lugares olvidados de Dios. Los sardos llegaron al pueblo cuando estaba pardiando la tarde, dizque buscando a unos mafiosos, eran como 40, que vían hallao mariguana sembrada entre el monte, o no sé qué,  vaya usté a saber. Ora estamos viendo cosas que nunca vimos. Pos como le decía, eran como 40 y llegaron aquí con la Zenaida, la dueña deste lugarcito y como si nada empezaron a jambarse la cerveza y le pidieron a la Zenaida una muchachas pa que los atendieran, sólo quedamos tres, la Juliana, la Conchita y yo; todas las demás se jueron corriendo rete asustadas y más les valió. Los mugres sardos ni hicieron nada de nada, nomás se emborracharon hasta embrutecerse y estaban gritoniando puras pendejadas… ya en la madrugada comenzaron a fumar mota y fue intonces cuando agarraron a la probe Conchita a beso y beso y agarrándole sus partes… ella no se dejó y encomenzaron a maltratarla, a golpiarla, a morderla y luego la encueraron y la acostaron en aquella mesa de roble… ¡Ay, Siñor, se me hace un ñudo en el cogote! Y nosotros sin poder hacer nada porque nos tenían amenazadas con matarnos… ¡qué hombres tan malos y barbajanes! Si esos son los guenos que nos cuidan, los soldaos,  imagínese cómo serán los malos… uno por uno, ya no sé si eran 40 o 50, nomás se bajaban los pantalones y iban abusando de la probe criatura inocente… ¡Ay, Siñor, cómo le salía sangre a borbollones de su partecita pero a ellos no les importaba y más se enardecían y más la lastimaban! No mirábamos qué tantas cosas le hacían, llorando de rabia porque no podíamos hacer ni decir nada, acurrucadas en el estanquillo… ¡Ay, Siñor…! Cuando acabaron de saciarse, aquellos animales festejaron con cerveza su atrocida como si viera sido una gracia y carcajeando se jueron en sus carruchas ansina como vían llegado… eran ya como las 3 de la mañana, rápido nos acercamos a la Conchita y cuando la Zenaida la alumbró con el quinqué, ¡Ay, Siñor, lo que devisamos...! ¡Ay, Siñor…! ¡Ay, Siñor…!”

 

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