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26 Abril 2011
 


 

Ungir de santidad al Papa Obrero
Lylia Palacios

La sangre puede seguir escurriendo y el caos e ineficiencia gubernamentales puede mantener su ruta inexorable; tenga por seguro que muchos son los que están ganando dineros y  mayor poder. En este concierto de ganadores las televisoras hacen punta, pues tal vez estamos rozando uno de los periodos más infames de la oferta televisiva, con la vulgaridad in extremis lucida por todos los conductores a lo largo de toda la barra nocturna local. 

Pero en estos próximos días el empeñoso trabajo de adormecimiento social tiene un plus lustroso proveniente de la vieja Europa. Los dos acontecimientos que acaparan cámaras y prensas ofrecen el alivio momentáneo de la fantasía de los cuentos de hadas, y el consuelo de un santo más en el cielo prometido. 

¡Ahh, los dolores terrenales, qué sería de nosotros sin quimeras! Desde el sábado (de gloria y quema de chamucos en la Obrerista) se incrementó la competencia entre las televisoras por enterarnos de la mayor cantidad de banalidades alrededor de la “boda real”; asimismo pasan y repasan la biografía del finado Karol Wojtyla, mientras se preparan los botafumeiros vaticanos para este primero de mayo ungir de santidad a Juan Pablo II.

El primer acontecimiento, como toda fantasía, que la disfrute quien así le plazca. Ya nos enteraremos cuántos mexicanos despertarán a las 3 de la mañana del viernes 29, para ser testigos  de los costosos esfuerzos de los ingleses para mantener a su monarquía decadente. Retiene más mi atención el ungimiento del nuevo santo porque la influencia no será momentánea, ni inocente, si algo así puede existir en tal tipo de decisiones.

El porqué  elegir el 1° de Mayo como la fecha de santificación no tiene mayor misterio, es fácil recordar (y de seguro los medios nos lo repetirán hasta el cansancio) la aureola de Papa Obrero que acompañó a Juan Pablo desde su ascenso, por aquello de su simpatía con el sindicato polaco Solidaridad. En su visita a Monterrey en 1979, funcionó como adjetivo consigna, ¡como anillo al dedo!, en el lugar donde la imagen del obrero laborioso se construyó como un potente mito… hasta que se agotó.

Y se agotó en México como en casi el mundo entero. El trabajo, cuando fue convertido en actividad asalariada, pasó a formar parte de los costos, y la competencia mercantil en pos de la ganancia y la acumulación exige inflexiblemente la reducción de costos. Al grado que la contratación de fuerza de trabajo en condiciones mínimas de dignidad individual y social, terminó siendo un serio problema para la acumulación capitalista, convirtiéndose en  una de las contradicciones más fuertes del sistema-mundo capitalista. Es decir, para acumular se requiere incrementar la productividad del trabajo, y en economías como la nuestra la única receta que se aplica es la de abaratar el costo laboral; la vía: reduciendo y precarizando el empleo. Pero a su vez, la crisis del empleo es la verdad confesada de un sistema en su incapacidad esencial para lograr la coexistencia entre capital y trabajo, en condiciones que propicien la humanización. Los porqué del auge y crisis del Estado de Bienestar son nuestros mejores argumentos sobre lo anterior. 

A pesar de todo, en México el discurso de lo laboral sigue siendo muy socorrido políticamente hablando, aunque con efectos funestos; ¿alguien se acuerda del presidente del empleo? Y lo que sigue: el secretario del trabajo, Javier Lozano, quien ya se sueña sucesor de Calderón, lanza cifras sin ton ni son sobre nuevos empleos mientras instiga para que ¡ya! se apruebe la contra reforma a la Ley Federal del Trabajo. Esa que en pocas palabras legalizará para los patrones condiciones favorables que ya existen de facto, para la contratación, uso y despido de la fuerza de trabajo (le recomiendo ampliamente este blog del FAT sobre el asunto: http://reforma-laboral-2011.blogspot.com/).

En este escenario de precarización del empleo y creciente subempleo y desempleo, de combate a toda organización laboral independiente, este primero de mayo la mayoría de la humanidad católica, o sea la que vive (o subsiste) del trabajo, verá arribar un nuevo santo ligado al trabajo. Al menos para México, y particularmente para Monterrey, será un gran acontecimiento, con un enorme filón que sin duda será aprovechable en estos “tiempos de oscuridad” (H. Arendt).  Tal vez, las comunidades ligadas a la pastoral obrera, vean el lado liberador del hecho, ojalá. Lo que no descarto es que con este arribo no se reviva el interés empresarial y de sus sindicatos, para sustituir la conmemoración del primero de mayo por una peregrinación religiosa, al estilo de las que promovían los sindicatos de Cydsa  hacia el templo de San José en la década de 1960.

¿Quiénes serán los primeros generosos y desinteresados empresarios que se apunten para erigir la gran estatua, el gran templo, dedicado al Santo-Papa-Obrero en Monterrey, para que los trabajadores sigan buscando en el cielo la humanidad que ya urge comencemos a construir en la tierra?

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