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26 Abril 2011
 


 

75 aniversario de la CTM
Juan Ángel Sánchez

Conduzco por una importante avenida y tengo como horizonte inmediato la parte trasera de un camión urbano de la ruta 113, que ostenta a todo lo ancho y largo una especie de panorámico, a todo color, hecho con todas las de la ley, mediante el cual se hace referencia al 75 aniversario de la CTM.

Aparecen, debidamente procesados para estar en ese promocional, dibujos hechos a lápiz de tres jóvenes: Fidel Velázquez, Joaquín Gamboa Pascoe y ¿Leonardo Rodríguez Alcaine?

La ineludible asociación de ideas hace emerger dos. La primera pasa casi de largo, pero merece ser tomada en cuenta: dado el asombro convertido ya en rutina, en irrelevancia, ¿hasta dónde se extienden los tentáculos de la publicidad y la propaganda, y qué magnífico grado de avance han tenido las técnicas  de diseño gráfico y similares, que hacen de todo ser animado o inanimado un vehículo de promoción?; a lo que se aúna la intención de impactar visualmente a todo aquel que lo presente viere; ¿de qué?, pues hasta de lo más nimio e intrascendente.

La otra idea obliga a volver sobre ella, a reflexionar y preguntarse: 1) ¿Qué, quiénes y por qué han de festejar y agradecerle a la CTM sus 15 lustros de permanencia como Central de Trabajadores de México?; y, 2) ¿hay algo qué celebrar?

Por principio de cuentas, cabe mencionar que la CTM fue, desde 1936 hasta  el año en que el PRI perdió la presidencia de la república, uno de los pilares del presidencialismo autoritario; instrumento, lo más eficiente para el control del movimiento obrero, para la corporativización del mismo, entendido por la cúpula del poder  como  condición sine que non para asegurar la paz y la estabilidad del país, sin las cuales el proceso que llevaría a México a convertirse en un país industrial dejaba atrás su pasado rural, su dependencia de la actividad agraria.

Otra de las caras de  esta estrategia la portaba el Estado paternalista; un presidente dotado de facultades metaconstitucionales y, como tal, facedor de  todos los beneficios que el obrero sindicalizado recibía a cambio de entregar todas sus lealtades y toda su fidelidad al régimen autoimputado como heredero e intérprete único de la revolución mexicana, a cambio de no disentir, de no criticar, de no militar en contra; en suma pues, de someterse a  quien dictaba y dictaminaba que “No hay (había) más ruta que la nuestra” (la de ellos), porque ellos y sólo ellos “saben como hacerlo”. (¿Saben?)

Si alguna duda hubiera acerca del poder y la influencia que la CTM mantenía dentro del sistema priísta presidencialista, habrá que recordar que la central, y particularmente su eximio dirigente Fiel Velázquez, fueron factor de decisión fundamental a la hora de decidir el nombre de quien sería el  heredero del monarca sexenal que terminaba  su período, picarescamente simbolizado en la frase “El que se mueve no sale en la foto”, indicando que ningún aspirante al trono sexenal podía asumirse como tal si don Fidel y la CTM, no le otorgaban su voto de calidad.

De algo más fue modelo la CTM: del llamado sindicalismo rojo,  cuyo principal  signo de identidad era su entrega total a los intereses políticos, ideológicos y burocráticos del monolito de poder que hegemonizó al país por largas décadas y  del surgimiento, como contraparte, del sindicalismo motejado como blanco, que pretendía constituirse como independiente, sin poder evitar el riesgo de terminar entregado a los intereses de los patronos y de las cámaras que agrupaban a éstos; y no fueron pocos los enfrentamientos entre el sindicalismo blanco y el rojo, representante aquél de una tibia y timorata, pero al fin “oposición” al PRI-gobierno.

La lealtad otorgada a toda costa a quien dirigía el país desde Los Pinos y a sus cercanos, tuvo como corolario obligado la emergencia y la consolidación de dos características que aún prevalecen y menguan la vida política del país: la corrupción y su hermana siamesa: la impunidad. Aquella existe porque ésta lo permite y ello fue el caldo de cultivo  para ese otro fenómeno  que tiene hondo arraigo en el sindicalismo mexicano: el divorcio total entre los representantes y sus representados, entre la cúpula de eternos dirigentes de los organismos sindicales y la base que no sólo los elige (a veces), sino que los soporta merced a prebendas que se otorgan por goteo. (A veces zanahoria y otras el garrote.)

Es este el marco en el que cabe referirse a los automóviles de lujo, a los relojes de altísimo precio, a las viviendas en sitios residenciales en las que moran los “secretarios generales” al dispendio de recursos, las maletas llenas de efectivo de que disponen al momento “para lo que se ofrezca”, lo que incluye la compra de autoridades laborales, policíacas y judiciales, cada vez que es necesario ayudar a “un compañero” miembro de la corte del líder en turno.

Contra lo que pudiera pensarse, esto no terminó el 1 de diciembre del 2000, ni tampoco en el 2006; tampoco en los casi cinco años del sexenio actual, y la respuesta al porqué no nos hemos librado de esta reliquia del pasado, de los restos de humedad priísta, es muy sencilla: tanto la CTM, como todos sus hermanos de sangre, llámense Sindicato Petrolero, de Trabajadores de la Educación, como sus primos CROC, CNOP, etcétera, están convertidos  en pequeños “Frankensteins”, tienen ahora un poder que es relativamente autónomo, ya no los puede deshacer un dedazo presidencial; si fuese necesario están dispuestos a  pelear con todas sus armas a quien pretenda, con la ley en la mano, desarticularlos.

Los intentos, sean legítimos o no por borrarlos del panorama político, conducen a situaciones como la que se suscitó con la disolución de Luz y Fuerza del Centro, cuyas consecuencias están a la vista.

En fin, a no ser que se active al extremo el pequeño priísta que todos los mexicanos llevamos dentro y ansiemos y aplaudamos el regreso triunfal del PRI (que no se ha ido), no vale la pena ni siquiera recordar que hace 75 años se fundó la CTM y ver los promocionales que exhibe el transporte urbano (afiliado a la CTM) con la misma dimensión y trascendencia de quien observa el promocional de la película que pronto se estrena.

P.S. No deja de causar extrañeza que empresas regiomontanas con presencia global (Cemex) publiquen desplegados periodísticos en los que se congratulan por el 75 aniversario. ¿Será acaso que planean exportar a todo el mundo el modelo CTM?

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