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999 22 Febrero 2012

FRONTERA CRÓNICA
Fuga en la mayor masacre
J. R. M. Ávila

Monterrey.-Desayuno del 19 de febrero. Habla el comandante de la Séptima Zona Militar, Noé Sandoval Alcázar en favor del Ejército: “Debo hacer un reconocimiento especial por su desempeño en una tarea que empieza a reflejarse en los resultados que todos anhelamos, el vivir en una sociedad más segura”.

En tanto, no muy lejos de ahí, hay 44 cadáveres y 30 presos en fuga porque miembros de los cárteles Golfo y Zeta, se han enfrentado por la madrugada con puntas metálicas, piedras y barrotes en el penal de Apodaca, Nuevo León.

El enfrentamiento se llevó a cabo a las 3 de la mañana, pero se sabe de él alrededor de las siete, cuando debe iniciar la visita dominical. Es entonces cuando los familiares de los internos se enardecen en contra de elementos de Fuerza Civil, Ejército y autoridades que llegan.

¿Será posible que no le hayan avisado de esta masacre silenciosa y de la fuga al orador? ¿Será verdad que ni él ni las autoridades se hayan enterado aún de los hechos? ¿Será simplemente que los han pasado por alto para no empañar la conmemoración del día del ejército?

Como primera medida, se retiene a los celadores nocturnos y a directivos del penal, sospechosos de complicidad, sobre todo porque no hay muertos ni heridos entre el personal de la prisión. Rodrigo Medina, se queja de traición, corrupción y complicidad de celadores y directivos que entorpecen “el trabajo y la entrega de los buenos policías, militares y marinos que a diario arriesgan su vida por la seguridad de los nuevoleoneses”.

Y no se detiene ahí, porque, en el más puro estilo de los comisarios del lejano oeste norteamericano, ofrece una recompensa de hasta 10 millones de pesos a quien aporte información sobre los fugados. La diferencia es que en aquel tiempo se ofrecía recompensa no por información, sino por prófugos vivos o muertos.

¿De dónde irá a sacar tantos millones para información sobre treinta evadidos?

Lo bueno es que no se pega un aviso por cada prófugo, como en aquel tiempo, porque entonces el área metropolitana quedaría más tapizada que en tiempo de elecciones. La otra opción sería que en cada aviso se pusieran las treinta fotos de los fugados con sus respectivos nombres y apodos, aunque pareciera un tablero para jugar serpientes y escaleras.

En fin, si no fuera tan grave, movería a risa. Aunque no descarto que en algún momento la posteridad se asome a las notas periodísticas de estos días y suelte una carcajada que, para nuestra fortuna, nosotros ya no escucharemos.

 

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pq94

La Quincena NÂș92


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