Suscribete
 
1017 19 Marzo 2012

Un 18 de marzo 
Hugo L. del Río

Monterrey.- Fue un instante mágico: las campanas de los templos saludaban al día de la dignidad y animaban a los mexicanos de todas las condiciones sociales a cerrar filas en estrecho tacto de codos.

El 18 de marzo de 1938, México sacudió al mundo entero. El día anterior, a las once de la mañana, en Palacio Nacional, el presidente Lázaro Cárdenas dijo a los secretarios del gabinete:

“Señores, hemos venido observando la actitud de las compañías. Se niegan a cumplir la resolución de la Suprema Corte y están haciendo una campaña de descrédito, esforzándose en crear alarma y confusión. Como el gobierno, en estas condiciones, no puede tolerar una rebelión semejante ni desentenderse de un problema capaz de paralizar la industria y los servicios públicos, ni permitir agitaciones políticas, debemos expropiar sus bienes por causa de interés nacional”.

La arrogancia de los barones del petróleo los perdió. Lo que en su inicio fue la revisión del contrato colectivo de trabajo, se enconó ante la prepotencia de las corporaciones petroleras.

Sus abogados, asesores políticos y, en no pocos casos, la intervención de sus gobiernos, entraron en juego para echar por tierra el fallo de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje, favorable a los obreros.

El expediente se fue abultando hasta llegar a la Suprema Corte de Justicia, que avaló la sentencia de CyA.

Los hombres que eran al momento dueños de nuestro petróleo, se negaron a validar la decisión del más alto cuerpo judicial.

No les preocupaba subir el sueldo de los trabajadores: lo que les resultaba insoportable era que se pretendiera obligarlos a reconocer a quienes habían tratado con el desprecio que se merecen los siervos, como asalariados con derechos y obligaciones.

Y, todavía peor: que el gobierno de un país pobre les exigiera respetar la ley.

El Constituyente del 17, en el Artículo 27, dejó bien claro el derecho de dominio de la nación sobre “el petróleo y todos los hidrocarburos”

El ordenamiento constitucional fue violado durante 21 años. Había llegado el momento de cumplirlo.

La escena internacional garantizaba que las potencias no enviarían sus cañoneras contra México: la II Guerra Mundial ya había estallado, en Abisinia y España, y el presidente Franklin Delano Roosevelt, aconsejado por su amigo, el embajador Josephus Daniels ‒periodista de oficio‒ y el subsecretario de Estado, Sumner Welles, vio con simpatía la lucha de México por rescatar no sólo el oro negro sino, lo más importante: el respeto que se merece una nación libre y soberana.

Como sea, el presidente Cárdenas había dado la orden a los comandantes militares de las zonas petroleras del Golfo: incendiar los pozos si se acercan buques de guerra extranjeros.

En su mensaje a México ‒escrito por el general Francisco Mújica‒ el presidente Cárdenas, al recordar la altanería de los consorcios petroleros, dijo: “Se trata de un caso evidente y claro que obliga al gobierno a aplicar la Ley de Expropiación en vigor”.

Los mexicanos apoyaron a su mandatario. Damas, algunas tocadas con pieles; otras, descalzas, fueron las primeras en responder: dejaron lo mismo joyas que gallinas para el pago de la indemnización. Fueron jornadas hermosas.

Hoy vivimos en violencia, peligro, división. Hagamos un esfuerzo: seamos dignos de nuestros padres y abuelos: con coraje y patriotismo podemos hacer de cada día otro 18 de Marzo de 1938.

 

Su nombre :
Su correo electrónico :
Sus comentarios :

 

pq94

La Quincena N�92


15diario.com