Suscribete
 
1070 31 Mayo 2012

 

La regla de oro
Nora Elsa Valdez

Monterrey.- Están saliendo a la luz todas las mentiras con las que el autoritarismo ha engañado a nuestra sociedad por milenios, enfermándola y causando mucho sufrimiento. Mujeres y hombres, desde niños hemos sido aleccionados, lavados de cerebro, para creer esas mentiras. Generación tras generación, los padres han transmitido a sus hijos las creencias equivocadas que han aprendido de sus propios padres.

¿Qué sucede para que los matrimonios caigan en la violencia intrafamiliar? ¿Por qué el hombre que juró amar a su mujer “hasta que la muerte los separe”, un día la mata en un arranque de ira o de celos y luego se arrepiente? ¿Por qué la mujer que juró amar a su marido, un día lo asesina mientras duerme?

La vida de la mayoría de los matrimonios no funciona, y viven en el sufrimiento creyendo que “esa es la voluntad divina”, que “así es la vida”, y que “cada quien tiene que cargar con su cruz”. Pero lo que no saben es que la mayor parte del sufrimiento de la humanidad, es causado por las mentiras que se han aceptado como verdades, y que al ponerlas en práctica esperando un resultado positivo, inexplicablemente provocan un desenlace inesperado, desastroso o desagradable que hace surgir la pregunta: ¿qué sucedió si yo creí que estaba haciendo todo bien?

Las mentiras, las creencias equivocadas que aceptamos como verdades, son como los virus de las computadoras, que no permiten que los programas funcionen bien. Mientras no encontremos los virus que dañan nuestra computadora, las mentiras en nuestra vida, ésta no podrá funcionar adecuadamente.

Éstas son algunas de esas creencias equivocadas que necesitamos sacar de nuestras vidas, sobre el matrimonio, que es la base de la sociedad y la familia:

La mujer debe ser sumisa y abnegada.
La mujer debe obedecer a su marido, que es el que sabe.
La mujer calladita se ve más bonita.
El lugar de la mujer, es la casa.
El hombre es el jefe de la familia.
El hombre es superpoderoso y debe cargar el mundo sobre sus espaldas.
El hombre puede hacer lo que quiera de la puerta para afuera.
El hombre es libre.
El que mantiene, detiene.
El hombre no tiene por qué darle cuentas a su mujer de lo que hace.
Etcétera, etcétera y un gran etcétera, de mentiras que tenemos que seguir buscando.

Lo que estas creencias provocan con el paso de los años, es precisamente un gran desequilibrio del poder en la pareja, que causa que poco a poco, uno de los dos, casi siempre el hombre (y un mínimo porcentaje de mujeres), empiece a sentirse superior al otro, a creer que todo lo sabe y todo se lo merece, lo cual va haciendo crecer su ego y lo vuelve prepotente y abusivo. Casi siempre es la mujer la que va quedando reducida a obedecer órdenes, a creer que es responsable de que todo funcione en la familia y a sentirse culpable si algo sale mal.

El hombre se va haciendo cada vez más autoritario y la mujer se va convirtiendo en la sirvienta de la familia, casi siempre acompañada de sus hijas, para que al final de esta espiral descendente, el hombre desprecie a la mujer que dejó de estar a su altura y se vaya a buscar a otra que lo merezca.

¿Y qué fue lo que pasó? Que sin saber cómo, con el paso de los años, la pareja y sus hijos terminaron siendo víctimas de esas creencias equivocadas, que destruyeron el hogar y el gran amor con el que los dos iniciaron su matrimonio, hundiendo a todos en el sufrimiento. Y nadie entiende qué sucedió, si todos hicieron lo que les dijeron que era lo correcto. Creyeron todas las mentiras.

En el camino recorrido desde que el matrimonio es feliz hasta que se destruye, las creencias equivocadas provocan el desequilibrio del poder en la pareja. Y como consecuencia de este desequilibrio, el que tiene más poder empieza a maltratar al que tiene menos; o sea, empieza la violencia, la cual irá aumentando, a menos que se haga algo para detenerla, o la pareja se separe. Se empezará con la violencia psicológica, se seguirá con la económica y la patrimonial, hasta llegar a la violencia física o la muerte, porque el de mayor autoridad aprendió que todos tenían que obedecerlo porque él era el “único” responsable de su familia, y “su obligación” era “educar” a todos y tenerlos bajo “control”.

Esto siempre sucederá si la pareja no ve la trampa en la que ha caído. Si no ve que desde el noviazgo, los dos debían haber aprendido la verdad de que para que un matrimonio funcione los dos son responsables, y deben tratarse con igualdad, con respeto y con amor, para que a su vez esto sea lo que aprendan sus hijos; y no la mentira de que uno es superior al otro y por ello tiene que educarlo y controlarlo.

“Controlar” y “educar” son las trampas. Controlar y educar es querer obligar a otra persona a hacer algo que no quiere hacer, utilizando cualquier medio, llámese engaño, manipulación o violencia, creyéndose sabio e infalible. Nadie tiene derecho a obligar a nadie a hacer lo que no quiere, violando su libre albedrío.

¿Por qué alguien va a obligar a su pareja a hacer a la fuerza algo que no quiere, si se supone que la ama tanto? ¿No sería lo correcto seguir respetando ambos sus decisiones como cuando eran novios? ¿Por qué creer equivocadamente que firmar un acta de matrimonio, o irse a vivir juntos, otorga un derecho de propiedad sobre la pareja? ¿Realmente tenemos derecho de apropiarnos de la vida de otra persona, si a duras penas podemos vivir la propia? ¿Vemos el matrimonio como una compra venta?

Es muy fácil saber si está bien lo que hacemos. Sólo tenemos qué preguntarnos: ¿me gustaría que me hagan a mí esto que yo quiero hacer a esta persona? ¿Aceptaría yo ser “educado” y “controlado” por otra persona?

Una persona abusiva es la que utiliza el “principio del azadón”: quiere todas las ventajas, siempre quiere ganar y que la otra persona pierda. Y no reconoce ser abusiva porque utiliza otra mentira: sustituye la palabra “abusivo” por la palabra “triunfador”, “listo”, “ganador”, “exitoso”.

La regla de oro “No hagas a otros lo que no quieras que te hagan a ti”; y “Haz a otros lo que quieras que ellos hagan por ti”, ¿se llamará “de oro” porque con ella todos ganamos?

 

Su nombre :
Su correo electrónico :
Sus comentarios :

 


15diario.com