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1088 26 Junio 2012

 

Realineamiento y voto duro en Sinaloa
Ernesto Hernández Norzagaray

Mazatlán.- Cualquier observador del comportamiento histórico electoral de los sinaloenses sabe que desde principios de la década de 1980 el diseño institucional ha producido un bipartidismo con altibajos pero sólido, tanto en las elecciones federales como en las estatales. Así, en los comicios legislativos federales de 2009 el PAN y el PRI concentraron el 79 por ciento de la votación emitida y en las legislativas estatales de 2007 los mismos partidos lograron acumular un poco más del 86 por ciento. No mencionamos 2010, porque ese año se construyeron dos grandes coaliciones que entre ambas superaron el 97 por ciento de la votación emitida, lo que hace difuso lo alcanzado por cada una de las formaciones políticas. 

Entonces, grosso modo, ¿de qué tamaño es el llamado voto duro del PAN y el PRI? ¿Se alterará en el proceso electoral que tendremos dentro de unos días? ¿Si esto ocurre a qué partidos o coaliciones podría beneficiar? ¿Les alcanzará para obtener el triunfo? En definitiva, qué enseña la estadística histórica y cuáles resultados podemos prever en los comicios del 1 de julio. 

Enseñanzas
Hablando de enseñanzas teórico-empíricas hay tres que debemos tener en cuenta para el análisis del voto de los sinaloenses: Uno, el voto duro del PAN y el PRI en Sinaloa oscila entre 28.1-34.1 por ciento y 44.3-50.3, respectivamente. Además delata este indicador un incremento en las dos últimas elecciones (ver tabla);

CUADRO
Voto duro del PAN y el PRI de Sinaloa en elecciones federales (porcentajes)

AÑO PAN* PRI*

2000 25.1 55.0

2003 25.1 50.9

2006 36.2 37.8

2009 41.2 45.7

Voto Duro 31.1 47.3

Rango de desplazamiento 28.1-34-1 44.3-50.3 

*Este cálculo se realiza con y sin coalición de las cuatro últimas elecciones de diputados, promediando los porcentajes obtenidos en cada una de ellas para determinar el voto duro entre el mínimo y el máximo obtenido. Ahora bien, como este indicador es dinámico, el radio de comportamiento que asignamos es de 3 por ciento hacia arriba y hacia abajo.

Dos, por lo general, el comportamiento electoral tiende a ser conservador, es decir, los ciudadanos no tienden cambiar radicalmente de preferencia salvo en situaciones extraordinarias, y;

Tres, el llamado voto cruzado al que muchos le apuestan en promedio se mueve desde hace algunos años entre un 10 y un 15 por ciento, lo que expresa que por lo general los ciudadanos cuando votan acostumbran hacerlo en línea de partido o coalición. 

El comportamiento electoral de los sinaloenses ha dado cuenta muchas veces de esas tendencias que oscilan entre la lealtad y el conservadurismo, y de cómo en situaciones excepcionales cambia de preferencias, lo hemos visto en sus ejercicios de alternancia pero también excepciones a la regla con casos raros de políticos outsiders, es decir intrusos, que llegan a provocar verdaderas conmociones electorales, incluso ganan sin estructura partidaria, como ocurrió en 2000 y 2001 cuando el locutor Jorge Rodríguez Pasos ganó primero una Diputación federal de mayoría y más tarde la Presidencia Municipal de Mazatlán, de donde fue desaforado por los legisladores de todos los partidos del Congreso del Estado. Con ello quedó de manifiesto que nuestro sistema de partidos es impermeable a políticos que no juegan con las mismas reglas de la política. Y eso lo entendió el mismo Rodríguez Pasos que desde hace algunos años hace política en el PT. 

Certezas y sospechas
La pregunta es ¿en una coyuntura convencional de alta competitividad vamos a presenciar cambios radicales en el comportamiento electoral al punto que afecte el voto duro del PAN y el PRI? Mis certezas e intuiciones indican que este año los sinaloenses vamos a tener cambios, tanto porque estamos ante una campaña presidencial, donde por lo regular se eleva la participación, como por tres por circunstancias novedosas: 

La primera, hay un PRI dividido entre quienes se encuentran apoyando a su partido y un filopriismo en las estructuras de Gobierno que hace ejercicios de equilibrio para brindar apoyo a la candidatura presidencial, y en esa lógica también brindan apoyos diferenciados en los comicios de senadores y diputados. Por cierto, el Gobernador lo tenía claro en una final entre EPN y AMLO, pero luego del segundo debate entre candidatos presidenciales, donde para algunos medios de comunicación levantó JVM, muestra dificultades para moverse en un escenario de tercios;

La segunda, el efecto AMLO que en 2006 alcanzó el 31 por ciento de la votación emitida, provocó que la coalición Primero los Pobres se ubicara como la segunda fuerza -¡por encima del PRI!- es muy probable que estas preferencias se repitan en la elección presidencial con un ligero empuje sobre las candidaturas al Senado y la Cámara de Diputados. 

Por último, la fórmula al Senado del Panal, que no de diputados, es probable que remonte con mucho el 1.7 por ciento obtenido en esa misma elección en 2006, restando votos al resto de partidos. La pregunta, sin embargo, es si podrá llegar al 37 por ciento, obtenido por la fórmula panista que encabezó Heriberto Félix Guerra para alcanzar el escaño de primera minoría o su equivalente con las restas al PRI y al PAN. Mis números y mi experiencia me dice que es imposible lograrlo, pero también sé que en política no hay imposibles, depende mucho de circunstancias, aliados y operación el día de la jornada electoral. 

PRI dividido
Cualquier lector de la política estatal sabe que el PRI unificado es historia en las candidaturas al Senado y de diputados, ahí están como muestra reveladora los apoyos que brindan los priistas en el Gobierno del Estado y algunos candidatos a diputados que llaman a votar por los candidatos al Senado del Panal, desdeñando a los propios y apostando a otras alianzas cosa nunca antes vista. Y hay más. Sin embargo, si algo une a los distintos grupos y familias priistas es la candidatura de Peña Nieto, aun cuando más de algún miembro de su clase política podría estar jugando a dos bandas. Sin poner todos los huevos en una misma canasta. 

Esta división unión alimenta por un lado la candidatura presidencial, incluso en el Panal, donde Fernando González, el segundo de la fórmula al Senado, llama a votar no por Gabriel Quadri sino por Peña Nieto, pero por el otro lado los propios priistas promueven la desbandada en las candidaturas de senadores y diputados. ¿De qué tamaño es esa desbandada? No lo sabemos, pero algún efecto tendrá en el llamado voto cruzado en unos distritos electorales más que en otras circunscripciones. 

AMLO
Si en 2006 en Sinaloa el tabasqueño logró alcanzar el 31 por ciento de la votación emitida, hay indicios que ese porcentaje podría sostenerse gracias a dos factores, uno por el apoyo que tiene entre las franjas de sectores empobrecidos, de las clases medias cultivadas y los jóvenes, muchos de ellos que conforman el segmento de los llamados nuevos votantes que hoy se ve reforzado con el movimiento #Yosoy132. Además, es muy probable que la elección se polarizara entre EPN y AMLO, como lo muestran las encuestas donde se ve a una Josefina que se rezaga. Ese rezago –o esa percepción de rezago- activará un segmento importante de votantes útiles, tanto de los partidos minoritarios como de indecisos o abstencionistas. Y aquí un elemento empírico nos dice que este tipo de votante es crítico, y eso puede acercar sus votos a los candidatos de las izquierdas, lo que dependerá de cómo sea el cortejo en estos días. Las grandes concentraciones que AMLO ha logrado en Mazatlán y Culiacán dan cuenta de cómo en un estado donde la izquierda electoral es mínima, el liderazgo del tabasqueño logra movilizar a sectores hasta ahora dormidos. Falta el lance definitivo a los indecisos. 

Cuén y González
Finalmente, esta dupla, Cuén y González, que ya pronostica desplazar al PAN como primera minoría, como lo hemos señalado en este y otros análisis, va a remontar con mucho el 1.7 por ciento del Panal obtenido en 2006, pero eso significaría que el electorado leal del blanquiazul se desinflaría a niveles inferiores a los obtenidos en los primeros años de la transición, lo cual se ve prácticamente imposible, lo mismo en el caso del PRI, que tendría que perder muchos de sus votos, de manera que una resta en el PAN y en el PRI, del tamaño 35 puntos que serían la diferencia de lo obtenido entre 2006- 2012, favorecería a los candidatos del Panal. Quizá, estamos hablando de unos 400 mil votos considerando un nivel de participación de 60 por ciento y el incremento de la lista nominal sinaloense que ha sido de 15 por ciento aproximadamente. 

En suma, nuestros pronósticos para el 1 de julio son que en Sinaloa tendremos una arena muy competitiva a tres bandas, que puede traer consigo realineamientos inéditos, lo que significará desafíos para los grandes partidos y oportunidades para la izquierda y los panalistas. Luego dependerá de cómo se alineen las coordenadas.

 

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