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1157 1 Octubre 2012

 

ANÁLISIS A FONDO
Otra vuelta de tuerca
Francisco Gómez Maza

Todo en aras de la productividad y competitividad
Diputados del PRI y del PAN cumplieron con su papel

Ciudad de México.- Ninguna sorpresa debe causar la aprobación de las reformas a la Ley Federal del Trabajo. Está dentro del comportamiento histórico de la “representación nacional”.

Las constituciones y las leyes siempre han sido urdidas por los políticos con la finalidad de privilegiar los “intereses de la nación”, que en realidad son los de las clases dominantes, detentadoras del gran capital.

Releyendo “La invención del Estado”, un estudio sobre su utilidad para controlar a los pueblos, escrito por el profesor de Derecho Constitucional, catedrático y conferenciante de las universidades de Cambridge, Liverpool, Glasgow y Stirling, así como de Poitiers, la Academia Checoslovaca de Ciencias, la Facultad de Derecho de la Universidad de Praga y la Universidad de Stanford, Clemente Valdés Sánchez, el Estado, inventado e implantado en diferentes países después de la Revolución Francesa, y apoyado en la doctrina prusiana, se crea para servir  a los grupos privilegiados que dominan la sociedad, a fin de conjurar el peligro de que el pueblo, como conjunto de la sociedad entera, tenga efectivamente el poder.

El Estado, como un ente diferente a la sociedad, que intencionalmente se presenta como algo que está por encima de ésta, es un medio al servicio de los grupos que detentan el poder real para controlar a las sociedades y someter a las mayorías.

El Estado, en esta concepción, es algo necesariamente opuesto a la idea de que la soberanía reside en el pueblo y todos los poderes públicos dimanan del pueblo.

Al inventar el nuevo Estado y colocarlo por encima de la sociedad; esto es por encima de la población, ésta queda sujeta a la voluntad de quienes manejan ese Estado ficticio; es decir, los altos empleados públicos, los jefes militares, los latifundistas, los grandes comerciantes, los líderes obreros y los líderes campesinos, los financieros y los industriales; es decir, los individuos y los grupos que, teniendo el poder real, utilizan ese Estado imaginario para proteger sus intereses, imponiendo, a través de ese ente invisible, un control sobre el resto de la población.

Este rol juegan los diputados  –parte fundamental de ese ente inexistente denominado Estado, en el que los poderes constitucionales son el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial-. La LXII Legislatura, como ha ocurrido siempre en la historia legislativa mexicana, aliados incondicionales del Ejecutivo y éste de los grandes empresarios, urdieron una legislación eminentemente protectora de los intereses de las clases empresariales, con el argumento de que era indispensable reformar la Ley Federal del Trabajo para incrementar las inversiones, aumentar la productividad de la economía y lograr que sea competitiva en los mercados internacionales controlados por las grandes potencias.

Quienes desde las organizaciones de izquierda se rasgan las vestiduras, porque la mayoría de los diputados, del PRI y del PAN no tomaron en cuenta sus propuestas presuntamente a favor de los trabajadores, no tienen razón de mostrarse agraviados. Ellos son parte del aparato “democrático”. Las leyes y las reformas se aprueban en el Congreso por mayoría. Y fue realmente una mayoría de diputados la que dio paso a las reformas iniciadas por el presidente Felipe Calderón. En el contexto “democrático” del sistema constitucionalista mexicano no queda nada que alegar.

Diputados del PRI y del PAN cumplieron con su papel de clase. Al aprobar las reformas de Calderón hicieron exactamente lo que tenían que hacer. Para eso están: poner las condiciones legales y reglamentarias para que la economía, en manos de los grandes magnates nacionales y extranjeros, pueda ser llevada a hablar vis a vis con las grandes economías del mundo, del mismo corte librecambista. Y para ello, las relaciones obrero patronales tienen que ser al más puro estilo “americano”, siempre pensando en el bienestar de las clases dominantes, porque si éstas viven en apogeo a la economía le irá bien. Lo que cuenta es el capital. La fuerza de trabajo es sólo un medio para privilegiarlo…

A desfondo
Manlio Fabio Beltrones, líder de la mayoría priísta, dijo: “Buscamos que a México le vaya bien con la garantía de más empleos con seguridad social y mejores salarios; y para eso estamos construyendo las bases para la transformación del país y llamando a perseverar en el camino de las instituciones, con respeto y civilidad.” El presidente Felipe Calderón felicitó también, vía Twitter, a la Cámara Baja por la aprobación del nuevo marco legal. Aseguró también que habrá más empleos para jóvenes y mujeres. Enrique Peña Nieto  pegó un tuit en el cual avaló las reformas: “Celebro la aprobación, en la Cámara de Diputados, de la reforma laboral, que contribuirá a la generación de empleos y crecimiento económico”, publicó en su cuenta de tuiter.

Pero hay que ser realistas. Seamos honestos: La batalla contra el desempleo y la subocupación no será ganada por el simple hecho de que los legisladores hayan impuesto nuevas condiciones a los trabajadores. La actividad económica no se mueve ni para atrás ni para adelante por decreto, ni por leyes. Más en un país como México donde la ley es letra muerta y es interpretada de mil maneras, según los intereses de quien se cobije bajo su manto.

Con las leyes, y está comprobado en la historia mexicana, los únicos que siempre pierden son los que sólo disponen de su fuerza de trabajo. Los detentadores del capital ni sudan ni se acongojan. Se pasan por el arco del triunfo la Constitución, la legislación y los reglamentos. Así que le deseo la mejor de las suertes, señor presidente electo. Y deseo, es poco lo que deseo, que durante su gobierno se logre el pleno empleo y muy bien remunerado. Ah, y recuerde que prometió crear el seguro de desempleo, que en las nuevas condiciones estoy seguro de que lo requerirá medio mundo. Pero mejor veremos y diremos.

analisisafondo@cablevision.net.mx

 

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