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1157 1 Octubre 2012

 

En torno a la UACM
Víctor Orozco

Carta a Manuel Pérez Rocha

Chihuahua.- Estimado Manuel: Leí tu artículo en La Jornada llamado "En Defensa de la UACM".

Temo que esta idea de quitar a los maestros universitarios la función de calificar, evaluar o certificar (se puede cambiar el término pero la sustancia de la actividad es la misma) los conocimientos, aptitudes, capacidades, disposiciones, de los estudiantes es sumarse a estos procesos de estandarización que se han extendido por todo el mundo, alentados e impulsados por agencias u organismos de los grandes centros del capitalismo y llevados a la práctica por gobiernos dóciles y entreguistas.

La avanzada, por supuesto, se encuentra en las universidades privadas, en donde el papel del maestro se ha reducido a ser un simple seguidor de programas elaborados en el exterior. Hasta se ha acuñado un nuevo término sustitutivo, el de "facilitador".

Lo que tú muestras como la gran novedad, tiene una larga data en varias de estas instituciones. Se trata ni más ni menos de uniformar "competencias" y extender el grado, título, certificado, boleta, nota o como se le llame a quienes demuestren que se ubican en el nivel "standard" de conocimientos, indispensables para servir al mercado.

Y esos talentos críticos, innovadores, revolucionarios, (desde luego haciendo a un lado el uso demagógico del término, tan en boga). ¿Acaso no se han formado en el contacto con sus maestros que son capaces de alentar en ellos nuevas ideas, inspiraciones, pasiones y amor al conocimiento? ¿Quién mejor que esos maestros para evaluar a cada estudiante (y por eso sí estoy de acuerdo con la idea de los grupos pequeños que tú postulas) no sólo por su nivel de saberes en el área que ambos comparten, sino por el intercambio de opiniones, por el debate y la precisión de acuerdos y diferencias, porque hablan de asuntos vitales, más allá de los estrechos límites del aula? ¿Quién mejor para decir sí el estudiante ya está preparado para continuar sus estudios en un grado superior o para ejercer una profesión?

En mi ya muy largo camino por la enseñanza universitaria, nunca me arrepentiré de haber aprobado con altas calificaciones a estudiantes en quienes me fijé más en su disposición para aprender, en su rebeldía intelectual, en su actitud altruista, en el esfuerzo que le pusieron para vencer condiciones adversas, en sus "desviaciones" que los llevaron a tener un apenas suficiente conocimiento en los cursos de Derecho Constitucional, o Teoría del Estado, o Historia de México, pero que ganaron un premio en el análisis de una novela histórica, o que criticaron y objetaron varias de las ideas que les expuse. No me equivoqué. He visto a muchos de ellos convertirse en destacados profesionistas, académicos, historiadores e investigadores.

Quizá si se hubiesen sometido a estos "órganos colegiados", los llamas tú, Programa Internacional de Evaluación de Estudiantes, se llama en otras dimensiones, estos hombres y mujeres se hubiesen frustrado porque es muy seguro que les hubiesen restregado su incompetencia y su mediocridad, quizá porque el día en que se realizó la prueba iban desencantados, porque habían sufrido una decepción amorosa, porque tenían un grave problema económico o por mil otras razones. 

Dices que "El maestro, en el aula, es el intelectual, el académico, el científico, que educa; y es, al mismo tiempo, el funcionario público que con el poder de su firma concede una calificación que a la vez es un certificado con valor legal, y es también un premio o un castigo, según los resultados". Y agregas: "Un efecto de esta situación es la degradación del maestro y de la relación del maestro con sus estudiantes". No hay tal degradación, ésta sí se produce cuando se le convierte en "facilitador", en verificador de programas para que luego otros, llámense como se llamen, certifiquen con modelos estandarizados, si el estudiante cumplió o no cumplió con la escala requerida. Tu escrito revela una profunda desconfianza en el maestro universitario, porque supone que intercambiará calificaciones "por cualquier cosa". No es lo que he visto, salvo en casos excepcionales que no vale la pena considerar para fincar un cuerpo de conclusiones.

Está muy bien la aspiración del proyecto de la UACM de "...lograr que en el ámbito universitario predominen los valores de uso de los conocimientos y la cultura, y poner en su lugar (aparte y secundario) los valores de cambio que pervierten a los procesos educativos", pero esto no se alcanza lesionando la dignidad del maestro, desconfiando de su entendimiento para calificar a sus estudiantes tomando en cuenta a sus personas, no solamente los que son capaces de escribir en una hoja llena de reactivos elaborados casi siempre en alguna oficina de una agencia internacional.

Otra arista del problema es la eficacia de este sistema que disocia al profesor de la evaluación, pues al menos en la UACM no ha funcionado adecuadamente porque al parecer ha obstaculizado el egreso y la promoción de los estudiantes, quienes mantienen una bajísima tasa de graduación, no obstante su crecimiento impulsado en los últimos años. 

Estoy convencido que el mejor instrumento para defender nuestra independencia intelectual, nuestra posibilidad de respuesta ante el poderío de estos procesos de estandarización, es preservar la autonomía de los maestros, su relación con los estudiantes, su rechazo a convertirse en meros "cuadros" de un sistema, del color que sea. Lo otro, a la larga, es aceptar una condición de tributarios y repetidores.

Me rebelo a colocar mi oficio en esos niveles, eso sí degradantes, no obstante que la tal uniformidad se emprenda en nombre de propuestas "de avanzada" o de "proyectos alternativos", como los esgrimidos hoy por quienes tienen inmovilizados los trabajos en esta Universidad que tantas esperanzas ha despertado. Al final, también se atenta contra la libertad de cátedra, piedra angular de un ejercicio libre, fructífero, placentero y fecundo de la docencia.

Dices al final de tu artículo que: "El conflicto actual de la UACM tiene varias causas, entre ellas la incomprensión o rechazo de su proyecto. Estudiantes, maestros y trabajadores que lo defienden dan una lucha de enorme trascendencia". Si te refieres al puñado de individuos -que se aprecian en notas periodísticas y fotografías- atrincherado en los edificios, nadie ha podido leer ninguna razón de peso para mantener cerrada a la Universidad y sin clases a miles de estudiantes, todas son fútiles y varias de increíble mala fe. Su enorme trascendencia será dañar al generoso proyecto de la UACM y desprestigiar a los que impulsen la educación crítica y popular en otras latitudes. Demasiado lo sabemos por experiencias similares.

Reitero ahora un pensamiento expuesto hace más de un año:  "El conflicto que se despliega en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM) ha dejado expuesta la crisis por la cual atraviesa esta institución, surgida de un generoso proyecto que busca ofrecer nuevas opciones de educación superior a las clases populares. Las implicaciones de esta confrontación interna, rebasan las fronteras de la propia casa de estudios y  ponen en el tapete de las discusiones la viabilidad del modelo educativo adoptado desde sus inicios, al menos en la forma cómo éste se ha llevado a la práctica. La UACM se fundó apenas en 2001... Por tanto, es un organismo que todavía no arriba a sus fases de madurez. En un afán de condescendencia, podría emplearse un antiguo artilugio para minimizar los problemas y decir que éstos son derivados del crecimiento. Pero no, se trata de una aguda crisis de la cual esta colectividad puede emerger con mayor vigor si asimila sus enseñanzas o bien, paralizarse y continuar en un proceso autodestructivo".

 

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