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1185 8 Noviembre 2012

 

CRÓNICAS PERDIDAS
En la mira del misil
Gerson Gómez

Monterrey.- Ni modo, como en la política o en los momentos de hacer el amor en la habitación: a veces uno está arriba, en las más, abajo.

Das estocadas y recibes coses. Ahora te toca engrosar las filas del desempleo: te enviaron el oficio en papel membretado e impreso a todo color señalando el despido definitivo en rojo: ¿pero si tú eres recursos humanos?, la serpiente no se puede comer la cola: les valió queso las formalidades: para afuera, con todo y triques. 

Estabas en la mira del misil, para hundir el barco de la tranquilidad financiera.

Vas haciendo el inventario para entregar los útiles en resguardo, el administrador temporal ha dispuesto del mancebo sodomita con quien pasa los viernes y sábados en la Casa Lola, para luego ir a intercambiar fluidos y grillas de pasillo en su apartamento.

A ellos no les importa que estuvieras planeando ya la posada de las plantas de procesamientos de desecho mixto. Comprada, nomás la muerte. Y eso, depende siempre, si Dios quiere.

Cuando despidieron al anterior administrador, sentiste venir los pasos, la guadaña lista para cepillarte. Eras su favorita. Quien sacaba a flote los bomberazos en cualquier traspiés o eventualidad gacha.

Sin importar la hora. La incondicional. Con horas extras, bonos de despensa y la autoridad de poner en disposición a los operarios rebeldes.

Fueron los mejores diez meses laborales. Descontando llegadas tarde. Suspendiendo. Colocando en stand by a los rijosos. Sin tocarse el corazón.

Las reglas son las reglas. No se cuestionan. Se obedecen ciegamente. Ese es tu decálogo administrativo. Te ganaste envidias, caras volteadas y chismes punzantes.

Con esa vara tan alta, aprendida en la parroquia de San Jorge en Las Puentes, al lado de Las Arboledas, te apropiaste de los mandamientos, a conveniencia.

Ahora cuentas horrorizada, después del segundo seis de cerveza ligth: el nuevo administrador es una lacra: sinvergüenza. Le habías despedido por acoso sexual. Y lo reintegran con los salarios caídos.

Pero es el sobrino del jefe del sindicato de trabajadores recolectores de desechos no tóxicos del área metropolitana.

Te dijo entre dientes cuando pasó a tu oficina a pedir le actualizaran el estatus en activo: ya quedé. Algo así como: te chingaste, ahora sigue la mía.

Te vas a la burguer boy, le dijiste.  Bien habrías podido en vez: a la verga puto. Pero eres una dama. Divorciada y con dos hijos. Pero una dama. Total, ya estás enterada por dónde vendrá el chingazo banquetero. El descontón de K.O., al ir con tu cuerpo a besar las cuerdas y luego el bulto en la lona con la mirada perdida.

Por lo menos te queda el orgullo, de ser quien en algún momento, del pasado, en la nebulosa de la memoria, le puso en su lugar.

Con los elementos de la renta de operarias, por cincuenta pesos: de a diez por chompa, para sostener relaciones íntimas, en una de las oficinas habilitadas para tan funesto motivo.

La degradación no puede ser mayor. Luego verles, convencidas del progreso social, en vez de estar en la separación de materiales, en la línea hedionda, procurando el aseo de las oficinas y los baños, con los guantes de látex y los desinfectantes: en vez del cubre bocas y la manopla de jardinería color canela: apestado a jugos de sudor y la descomposición.

Eso es a lo más, la cúspide de las ambiciones.

A ti te cerraron las puertas de la oficina de recursos humanos, en el relleno sanitario número tres: extraviados derechos a cobrar los días quince y treinta en la tarjeta de débito: el servicio médico, las vacaciones, los aguinaldos y los días económicos sin usar al final del año.

 

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