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1264 28 Febrero 2013

 

MALDITOS HIPSTERS
El Quinazo, según Poncho Robledo
Luis Valdez

Monterrey.- Años noventa: un jovenzuelo asistía a la Facultad de Ciencias Políticas (donde estudiaba relaciones Internacionales) sólo para correr y jugar fut. Se llamaba Alfonso Robledo, y lo que menos le importaba eran la política, la sociedad y la historia. Ahora es diputado federal por el PAN y hasta da opiniones sobre un Quinazo a la ex maestra Elba Esther.

Me pregunto dónde carajos venden libros como Política mexicana para principiantes, porque seguramente lo compraron los jóvenes panistas a finales de los años noventa (ya graduados de alguna carrera) y lo estudiaron para modificar tanto su lenguaje como sus formas. Seguro que gente como Poncho Robledo se aprendió dicho manual de pe a pa, pero nunca fue ducho ni para el dominó ni mucho menos para el ajedrez. Una vez por semana se reunían estos jóvenes panistas en una casa de Guadalupe para jugar, beber cerveza y comenzar a grillar.

La única ocasión en que un amigo mío (ahora desterrado del PAN estatal) me llevó a esa casa para encararme con mi ex compañero, el mentado joven político nunca llegó. Mi amigo decía: “la semana pasada estaba jugando ajedrez con él y el tipo no daba una, y luego dijo, es que el trabajo político me desgasta mucho, por eso parece que no soy bueno ni en dominó ni ajedrez”.
   
Puede que el ajedrez político no sea manejado nunca por los jóvenes, sino por aquellos que ya llevan décadas en un partido. Lo más seguro es que robledo todavía estaba muy verde para un juego de esa calaña. El resultado fue que nunca nos pudimos ver y todavía nos debemos esa partida. Pero cada vez le veo menos posibilidades a coincidir en ello. Mis jugarretas no lo afectan en anda a él y quizás sus jugarretas tampoco me pegan a mí (por ahora, espero no llegue a gobernador).

Cuando Carlos Salinas de Gortari entró a la presidencia, se puso de moda el rollo del TLC y la globalización. Las carreras de Relaciones Internacionales llenaron facultades antes despobladas, como la de Ciencias Políticas y Administración Pública. De repente había cuatro grupos en la mañana y cuatro más en la tarde. Faltaban salones y tuvimos que pedir cabañas. En esos meses sucedió el Quinazo, con sus respectivos cadáveres y armas sembradas en la casa del líder petrolero.

En los pasillos de la facultad había foráneos de Tamaulipas que eran testigos del agradecimiento que tenía mucha gente con el líder petrolero “porque mandó pavimentar carreteras y hasta hizo parques deportivos”. Como siempre, el mentado Alfonso Robledo llegó tarde a clases, y sólo para salirse del aula y lanzarse a la cancha de fut donde le daba no sé cuántas vueltas al campo. Nunca nadie lo oyó decir una sola palabra sobre el Quinazo. ¿No les digo? Cero conciencia (criterio) social y de política. El tipo quería ser empresario o embajador o algo así.

Un semestre antes de concluir la carrera, en algún momento se dio un beso mortal con Roxana Aguirre, hija de empresarios de Santiago y aferrada activista priista. Los dos quedaron prendados y ella lo jaló a un grupo de jóvenes políticos en el PRI estatal de Pino Suárez y Arteaga. Las malas lenguas cuentan que en una visita de López Obrador a la ciudad, ella abordó al tabasqueño y le dijo algo al oído. A partir de ese día Roxana Aguirre dejó su férrea inclinación por la vieja guardia priista y se tornó perredista, y se fue a México.

¿Y nuestro abandonado Poncho Robledo? Ya supondrán que se fue a lloriquear al regazo panista de su municipio: Guadalupe.

La última vez que nos topamos fue en la esquina de Escobedo y Padre Mier. Él salía del Congreso local (quizás iba a un almuerzo en Sanborns o el Ancira) y nos vimos de frente por un instante. Él vestía un traje gris plata que brillaba al sol. A mí me brillaba la frente porque sudaba buscando trabajo. Las cosas eran distintas. Su cabeza podría estar hueca pero iba en ascenso. Yo en cambio, cada vez con más desconfianza, cinismo y falta de medios, me estaba hundiendo. Había llegado el tiempo de gloria para los que aprenden política al vapor y no leyendo libros de historia, sociología o derecho.

No nos hablamos. Jugamos a no reconocernos. No puedo olvidar la mañana esa en que él mando quitar del periódico mural de la facultad; un poster anunciando la presentación de un libro del escritor Romualdo Gallegos, para poner el rol de juegos del torneo interno de fut. Le dije que no podía hacer eso y me contestó: sí puedo, y porque puedo lo hago.

Y ahora no me impresiona que sea diputado federal. Lo que me impresiona es que suponga saber (y manejarlo como declaración a prensa) lo que es el Quinazo. ¿Cuándo rayos supo alguien como él, con su preparación política al vapor, que habían apresado a La Quina?

P.D.
Creo que lo vi también con otros dos tipos de su grupo político (los tres de la misma edad y con corbata amarilla) curioseando en un evento organizado por activistas estudiantiles por la paz, en la explanada de la Macroplaza. Pero esa vez yo me encargué de que no nos viéramos las caras y mejor me largué.

 

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