Cinco estrellas de alojamiento criminal
Hugo L. del Río

Monterrey.- Los mexicanos vivimos volando del trapecio del asombro para aferrarnos al de la sorpresa. Salto mortal sin red de protección. Papá gobierno ahora quiere entregar las penitenciarías a los ipecos. Las prisiones serán negocios particulares y, al tiempo que los empresarios les cobran a los internos, también le pasarán la factura al sector público. ¿Por qué tan cobrones? Los presos pagan por sus comidas; y el postre, el café, el pan, las salsas, la mantequilla, la sal y las servilletas corren por cuenta del Estado.

Hank nieto dice que será un servicio de hotelería. De cinco estrellas, según lo que publicó Proceso. Esto no es fraude: es robo en poblado y despoblado. Sólo falta que, además, paguemos la construcción de los reclusorios para luego entregarlos a los ratones de cuello blanco quienes, graciosamente, le devolverán a la burocracia lo que aún esté en pie de los penales después de veinte años de uso y desgaste.

Es grave el hurto masivo, pero lo peor es que, adivine usted quiénes se alojarán en estos hostales de lujo, y no me diga que ya sabe qué cárteles van a administrar estos alojamientos. Claro que después de unas vacaciones, los matones se irán cuando les de la gana: ellos tendrán las llaves y los guardias serán, como lo son ahora, sus empleados. “Lo peor”, dice el ex diputado perredista Adolfo Suárez del Real, “es que el gobierno se está reservando toda esa información con el argumento de que las prisiones son instalaciones de seguridad. De ahí que incluso las concesiones a los empresarios las otorgue por adjudicación directa y no mediante concurso.”

El funcionario que anima esta aberración es el médico y almirante Manuel Mondragón y Kalb, quien tan buen papel había hecho hasta ahora en la función pública. Cosas veredes.

Pie de página
Mis dos lectores, Ángel Quintanilla y Tijeras, saben que no soy adicto a darle champú de cariño a ninguno de los tres escalones del gobierno. Pero la anunciada creación del Portal del Empleo es una iniciativa de la Administración estatal que merece un aplauso. Vaya, hasta que se vio algo de imaginación y espíritu de servicio. Pero hasta aquí llegamos, porque como dice don Alonso Quijano: “Dar crédito a las obras y no a las palabras.”