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1323 22 Mayo 2013

 

ENTRELIBROS
El mar de Iván Trejo
Eligio Coronado

Monterrey.- En Presagio contra el destierro (2002-2012). Monterrey, N.L.: Edit. UANL, 2013. 216 pp. (Colec. Palabra en Poesía), Iván Trejo persigue la palabra precisa, antes que el ritmo. La exactitud es básica para quien desea atrapar la idea en la red de los sentidos; de lo contrario, esa idea podría escabullirse como pez en las profundidades del inconsciente.

Por ello, los poemas de Iván asemejan aforismos de cuidada factura: “La ausencia es una grieta en el tiempo de los cuerpos” (p. 48), “El silencio es una señal un puerto de partida” (p. 62), “La palabra es un barco/ hundiéndose en un muelle/ donde el silencio parpadea” (p. 147).

Aunque en el prólogo, Luis Jorge Boone afirma que “la poesía no es un asunto de temas” (p. 11, no num.), en lo cual diferimos, dos temas son recurrentes en la obra de Iván: las urracas y el mar. De las primeras, señalemos este bien logrado ejemplo cubista: “Una urraca volando bajamente/ entre el pico una letra/ una baja y pequeña letra volando/ entre el pico una urraca/ baja y pequeña apenas volando” (p. 154).

Del mar abundan los ejemplos, sobre todo en el segmento “El oficio de los puertos” (p. 183-209) que seguramente crecerá como un libro. En él, Iván (Tampico, Tamaulipas, 1978) construye su propio volumen de agua en el papel de la imaginación: “No soy yo quien conoce mares de largos peces” (p. 189).

Al mar han intentado capturarlo muchas plumas, y cada una nos ha entregado una presa diferente. ¿Cómo es el mar de Iván? Para él, es una “fosa donde descansa el cadáver del tiempo” (p. 189). Pero este mar convence por la vehemencia que el autor invierte en su hechura: “Las olas vienen de lejos/ de más allá de los recuerdos” (p. 190), “Que no te importe el desierto que duerme bajo el agua/ es tierra que no andarán tus pasos” (p. 205), “Por la tarde/ la mar es una gitana que se mofa de la gaviota hambrienta.

Por la noche/ la gaviota es luna que se burla de la gitana en celo” (p. 208).

Sobresale el poema “Instrucciones para imaginar un barco” (p. 190-191), en el cual el autor ofrece un bagaje filosófico que deslumbra por su sencillez: “Cultiva la mirada del forastero/ todos los lugares que ves/ habrán desaparecido a la próxima visita”, “Célebre entre otras distancias es la que recorre el hombre al nadar hacia sí mismo”, “Desembarca con lo puesto/ pero regresa con un botín dentro del pecho”, “Conversa con la brisa lapidaria del tiempo ido”, “Admira la tarde parda que acaba con el mundo”, etc.

Así es el mar para Iván Trejo: hábitat, añoranza, referencia, objeto de culto, tema literario y motivo de reflexión. Cerremos este libro mientras ese mar, que no océano, sigue corriendo libremente por nuestros ojos: “Aquí no sucede nada/ salvo este mar sin fin que tiembla afuera” (p. 191), “No/ amor/ en la mar las estrellas sólo tiemblan si te miran” (p. 208), “No te afanes en encontrar el principio de la ola” (p. 190).

 

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