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1344 20 Junio 2013

 

El mundo de las Margaritas
Cordelia Rizzo

Monterrey.- El día de la familia, a inicios de marzo de este año, la alcaldesa de Monterrey no pudo ver la denuncia pacífica de los familiares de personas desaparecidas que coincidieron con la fiesta que se armó con varios grupos musicales en la Plaza Zaragoza.

Le envié varios tuits que nunca respondió, porque se requeriría ser demasiado miope para ignorar lo que pasa en la Plaza Zaragoza cada primer domingo de mes: la instalación de bordados por los familiares de personas desaparecidas, agrupados en FUNDENL (Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecid@s en Nuevo León).

Nunca se ha acercado ella o alguno de sus empleados para conversar con los familiares y manifestantes.

Ello, en lo personal, me hace perder esperanza en ella como gobernante, pues todos en Nuevo León se vistieron con la idea de que algo harían por regenerar el tejido social dañado. El voto a la alcaldía de Monterrey fue el único que anulé, convencida de que ninguno de los y las contendientes merecía un ápice de poder.

El sábado antepasado que otorgó las llaves de la ciudad a Jesucristo, nos pareció a muchos ridículo, inmoral y de una figura política advenediza.

Pero en esta ocasión, más que echarle leña a esa fogata que la ha hecho conocidísima para el ámbito nacional, realmente lo que quiero es pedirle disculpas a la alcaldesa de Monterrey porque mis críticas surgen de una envidia atroz.

Como mujer joven, yo nunca registraré tan bien como ella ante las cámaras. Tengo un rostro raro y estoy algo pasada de peso, para empezar. Si tuviera aspiraciones políticas, sería muy torpe para saber que debo aceptar los padrinos que ella ha aceptado, lo cual Maggie hizo sabiendo que era la vía para alcanzar sus sueños. Soy más bien torpe en relación con alcanzar mis objetivos.

Mi temperamento es rejego y tengo ideas demasiado fijas. Dudo que yo pudiese proyectar esa imagen de mujer fuerte pero dócil, que tan hábilmente han construido muchas de las mujeres que se mueven en la arena pública. Esa imagen de mujer a la que los hombres todavía sienten que pueden controlar en el fondo, que fascina, aunque no sepamos en la entraña por qué. Su atractivo la llevará lejos, pues los hombres que andan en la política no han cambiado mucho.

Quisiera ver como algo natural esto de condicionar fantasiosamente a los chicos de las colonias populares de Monterrey, con una beca a cambio de que trabajen en una campaña mía. Fue mano de obra barata, de chicos a los que todavía ni siquiera les toca votar. De verdad, para ser como Margarita, hay que poder ver esto de la manipulación de los jóvenes como algo normal, como parte de la realpolitik.

Décadas de lucha feminista de segunda y tercera generación parecen importarle poco. Algunas mujeres del siglo XXI nos preocupamos por honrar a quienes se partieron el lomo y pasaron penas para que nosotras pudiéramos elegir una carrera y hablar en voz alta en clase, sin pensar que vivimos en un error permanente.

Ella, por mientras, sigue los pasos del antifeminismo que distinguió a Josefina Vázquez Mota desde que figuró como candidateable a la presidencia, la negociación del derecho a la mujer a decidir sobre su cuerpo, que catafixió Beatriz Paredes por bonos políticos.

Mientras tanto, la alcaldesa se escuda en ese pseudofeminismo light que sólo ve la obtención del poder como logro, y desdeña el deber de encarnar en la figura de una mujer y sus propuestas políticas, un proyecto de equidad de género.

Pero para ella no es relevante que su imagen y discurso demuestren más voracidad por obtener el poder, que ideales y compromisos con la comunidad. Ser mujer es una actitud que politiza a su conveniencia, y qué fastidiosas son las feministas, qué mal que no se alegren porque una mujer llega a la alcaldía.

El sólo hecho de que teniendo tan poca experiencia se haya postulado para la alcaldía de uno de los municipios más adoloridos del país, y la hubiera ganado con tanto margen frente al delfín de Peña Nieto, deberá ser un hecho sumamente afortunado en su vida.

La envidio, a Margarita. No soy mas que una mujercita que muy apenas controla su propia vida y a la que le gustaría tener todo lo que tiene la alcaldesa. Pensaría que en este momento histórico de la ciudad y a estas alturas del partido ya se hubiese reactivado el centro y escucháramos de familias que regresan de su desplazamiento forzado a la ciudad.

Si tanto ansiaba la alcaldía, (se vio con su estrategia de medios, muy sagaz, al conservar los panorámicos de la revista Chic a lo largo de las avenidas más transitadas de la ciudad) ¿por qué llegó con tan pocos planes?

De hecho no es sólo Margarita, sino los políticos de su generación. Chicos y chicas que no le tienen miedo a hablar en público, ni a colarse para figurar en la foto, que le cargan el maletín al jefe día y noche, convencidos de que a fuerza de soportar el poder les llegará.

Desde 1997, con las elecciones de Natividad González Parás, se veía una oleada de chicos jóvenes, como el joven gobernador de Nuevo León, que seducían con la palabra y eran tan maleables como la dócil Margarita.

Un par de mis compañeros más brillantes de licenciatura se transformaron para encajar en este esquema. Después de un tiempo ya no les vi la vida que tenían en las ideas, se habían convertido al pragmatismo absoluto de los partidos.

Ese era el nuevo libro del poder, la gallardía y la presteza como cualidades máximas. De esa forma no le harían sombra a jefe alguno.

Cuenta, uno de estos jóvenes cuyo nombre me pidió no mencionar, que Rodrigo Medina siempre se creyó el siguiente gobernador mientras que estuvo cerca de González Parás, seguridad que lo condujo durante su campaña. Eso me recuerda las máximas de las madres hacia sus hijos cuando éstos tienen que procesar alguna crítica: “mijo es el más guapo y el más inteligente, a palabras necias, oídos sordos”. Eso es lo que tenemos hoy día en las sillas del poder, a los hijos de esas madres.

La movida de Margarita para adquirir visibilidad a través de la entrega de la ciudad a Jesucristo, me recuerda mucho mi tiempo de estudiante en la UDEM. Atea desde los 15 años, cuando entré a estudiar a la universidad, me resultaba muy notorio que las chicas en las clases de psicología se definían, antes de emitir un juicio sobre algún tema de la espiritualidad, como “católica, apostólica y romana”. Va de más recalcar que decir esto era una costumbre del fascismo de Franco, emulada por las niñas bien de Monterrey.

Una vieja amiga que era una chava que se podía portar muy mala onda con los vatos, cuando conocía a un chico nuevo siempre le decía que ella era “cero grosera y virgen hasta el matrimonio”, como si ese tipo de motes garantizaran un producto de calidad. Lo claro era que presumirse católica a finales de los 90’s y para el caso ahora, parece ser un método de seducción bastante eficaz.

Sí, la verdad es que Margarita me recuerda a las chicas UDEM con las que asistí a clases. Me recuerda una época de fracasos.

Pero el mundo es de las Margaritas y no de las chavas raras como yo, así que todo esto que he dicho, lo he expresado desde un profundo sentimiento de inadecuación.

Enhorabuena Margarita, funcionaste, ojalá que esto que obtienes sea lo que realmente quieres.

 

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