Suscribete
 
1349 27 Junio 2013

 

Felicidad Nacional Bruta
Claudio Tapia

Monterrey.- Los invito a reflexionar sobre la siguiente ficción: Imaginemos que hay un Dios todo poderoso atento a las necesidades humanas.

Supongamos que de entre las múltiples invocaciones que recibe para resolver las más ingentes necesidades del hombre, Dios escucha las oraciones de los desesperados regiomontanos que buscan, religiosamente, la paz y la seguridad.

Dios hace, en consecuencia, que todos los habitantes de la ciudad que le fue encargada, observen rigurosamente el ideal del respeto al otro; es decir, logra que todos los regios cumplan las leyes que permiten que cualquiera pueda acceder a la libertad y la felicidad.

Apenas puedo imaginar la profunda transformación. No habría crímenes, ni homicidios, ni robos, ni rechazo racial, ni diferencias sociales; ni necesidad de jueces, policías o ejército.

Pero, nada de eso solucionaría ninguno de nuestros profundos problemas existenciales.

Aún cuando la moral se volviera una realidad cotidiana, eso no impediría el aburrimiento, la decepción, la enfermedad y pérdida de vigor y energía. La vejez, la llegada de las separaciones y las pérdidas dolorosas. La muerte y desaparición de los que amamos.

Dicho de otra manera, la moral, por si misma, no garantiza el disfrute de la vida afectiva. El bien, por sí mismo, no asegura la felicidad. Este es uno de los grandes retos que enfrenta el humanismo occidental moderno, al decir de Luc Ferry.

Afortunadamente, en otros lugares con otras mentalidades, se están buscando caminos novedosos para alcanzar la felicidad, cualquier cosa que esto quiera decir.

En el tramo oriental de la cordillera del Himalaya, entre India y China, se asienta la monarquía parlamentaria budista llamada Bután –horror, no es una democracia cristiana occidental–. Ahí se está llevando a cabo un interesante experimento social.

No se mide el Producto Interno Bruto (PIB) ni el índice de bienestar, como lo pide la OCDE al resto del mundo. La Suiza del Himalaya está en busca de la Felicidad Nacional Bruta (FNB), que no es un simple indicador de riqueza. La FNB es en realidad una forma de buen gobierno, vigilada por la Comisión de la Felicidad Nacional Bruta, un organismo gubernamental encargado de velar para que las leyes y los actos de gobierno estén encaminados a aumentar la felicidad de los súbditos.

Sus políticas sociales y económicas valoran no sólo el rendimiento y crecimiento económico, sino también el uso del tiempo, el bienestar emocional, el entorno ambiental (la felicidad vale más que la explotación de los recursos naturales), verifican si los trabajadores pueden estar con sus familias el tiempo suficiente, si logran desarrollar sus aficiones, si juegan, se divierten, se acompañan.

Valdría la pena asomarse a ver lo que ocurre en una comunidad en la que se gobierna pensando en la felicidad de los ciudadanos.

Una utopía alcanzable que a lo mejor sirve más que las oraciones.

 

Su nombre :
Su correo electrónico :
Sus comentarios :

 

 

15diario.com