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1351 1 Julio 2013

 

Su Alteza, Cristina Díaz
Hugo L. del Río

Monterrey.- En sus buenos tiempos, la CNOP era conocida –y hasta cierto punto, respetada– como el sector pensante del PRI. A diferencia de los sectores obrero y campesino, la Confederación no respondía a los caprichos ni servía a los intereses de caciques.

Hoy en día, la CNOP está desgastada, perdió prestigio y sus militantes se confunden con las proles explotadas y manipuladas de los sindicatos del campo y la ciudad.

Hubo, durante larga data, hombres y mujeres inteligentes, cultos y creativos que trabajaron muy duro para que los mejores candidatos del tricolor salieran dela CNOP. Eso se acabó. La senadora Cristina Díaz será reina en un palacio vacío, con cuarteadoras en pisos, techos y paredes, frío, abandonado por propios y extraños.

Lo que fue sector popular ya ni siquiera es la fábrica del voto decisivo. Doña Cristina quiere ser gobernadora. Está en su derecho. Sería interesante tener a una mujer en el timón. Tampoco nos hacemos ilusiones: la diferencia de género no es garantía de honradez, de buen gobierno, de nada. Pero por lo menos tendríamos un cambio.

Díaz tal vez se siente segura, poderosa. Me pregunto si será consciente de que su alianza con Ismael Flores y su paso por Ciudad Guadalupe son manchas negras en su historial.

Tampoco tiene la legisladora mucho que ofrecer: no es dama que haya destacado en ninguna actividad: ni siquiera en esa grilla barata que en México llamamos política. Y por lo pronto, tiene enfrente a Margarita Arellanes, quien ya se aseguró el apoyo celestial. No subestimemos a la azul: su entrega de llaves al Buen Señor causó mala impresión entre los regiomontanos que usan la cabeza para algo más que peinarse el pelo, pero aquí hablamos de una minoría muy minoritaria, si se me perdona el barbarismo.

Todo indica que tendremos una guerra entre amazonas. Y Cristina Díaz no es, ni remotamente, la mejor de las guerreras priístas.

Pie de página

Hace tres años nos golpeó el Alex y todavía no se repara el daño. Peor aun: lo poco que se hizo salió mal hecho, y el presupuesto de Nuevo León resultó más golpeado que si lo hubieran flagelado cien meteoros. Monterrey es una ciudad débil, vulnerable, sucia, sin ley ni orden. Crecimos a lo pendejo, en la corrupción, sin planificación ni nada.

La calidad humana del regiomontano en particular, y el nuevoleonés en lo general, se contradicen con la fragilidad y la mugre física de lo que fue la orgullosa Sultana del Norte.

¿Nos merecemos esta miseria, esta africanización del estado y la metrópoli?

Sí, porque no hemos aprendido a votar por los mejores.

 

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