TRANSICIONES
Saldos y pendientes
Víctor Alejandro Espinoza  

Tijuana.- La elección 2013 de Baja California, se caracterizó por una creciente polarización y confusión ideológica. Las pasiones se desbordaron y hacia el final nadie hablaba más de propuestas, sino de las descalificaciones que llovían.  

Terminamos las campañas en medio de un ambiente enrarecido. Muy pocas ideas y muchas denostaciones; me llaman mucho la atención los argumentos de quienes justifican su voto; lo hacen con mala conciencia y sin que nadie los cuestione: la mayoría se siguen conduciendo por el chisme, los temores infundados, los adjetivos difamatorios como verdades incuestionables.  

Habrá tiempo para analizar con detenimiento lo que sucedió. Y para hacer propuestas que eviten se repitan estos espectáculos que inhiben la participación. Por cierto una de las más bajas en la disputa de la gubernatura en la historia electoral de la entidad, sólo superada por la de 2001. En efecto, el vilipendiado PREP, registra un 39 por ciento de participación, pero existen indicios de que fue menor, aproximadamente un 34 por ciento. Es decir, apenas un 3 por ciento más que en la elección intermedia de 2010.

Las redes sociales son un buen indicador de la crispación social. Si de algo nos informa este proceso, es de que la inteligencia cedió su lugar a la ignorancia, la soberbia y la nula capacidad de diálogo. Tenemos una ciudadanía de muy baja intensidad, mal informada y manipulable. Nuestra democracia está enferma. El fanatismo en lugar de la reflexión es una mala noticia.

Claro, habrá quien se sienta ofendido y se rasgue las vestiduras: pero el espectáculo fue lastimoso. Todo se podía con tal de que ganara su candidato. Las propuestas inteligentes nunca fueron tomadas en cuenta y los argumentos de descalificación sólo remitían al lugar común: “no hay propuestas”. La pereza mental que todo lo justifica.

Tenemos que analizar lo que sucedió para sacar las conclusiones y hacer propuestas que propicien los cambios urgentes que evitarán  un mayor empobrecimiento de la vida pública. Si la guerra sucia deterioró el clima social y propició mayor abstencionismo, ello nos indica que la prohibición constitucional no es suficiente para evitarla.

Es perfectamente factible ubicar el origen de la misma. Sin esperar, los órganos electorales deberán tener facultades para detenerla. Por ejemplo, que el candidato del partido que la inició deje de serlo. Cuando haya una sanción de tal magnitud, lo pensarán antes de aventar la primera piedra.

Otro tema pendiente es, sin duda, el de los órganos electorales locales. Cada que concluye un proceso se les crucifica. Sus problemas no derivan tanto de quienes lo integran, sino de cómo lo integran. Nacen con muy poca legitimidad pues son los partidos políticos quienes los designan. Es un problema de diseño institucional y no puede continuar; urgen cambios profundos. Ante esto hay dos posturas: que desaparezcan dichos órganos locales y se integre un Instituto Nacional Electoral o que se modifique la forma de su integración y se profesionalice toda la estructura.  

La fiscalización es otro de los asuntos pendientes. ¿De qué sirve que nos informen a “toro pasado” que determinado candidato rebasó los topes de campaña? Las acciones tienen que ser inmediatas. Urge una normatividad que realmente sirva para inhibir los gastos exorbitantes y el uso indebido de los recursos gubernamentales para apuntalar candidatos.

Las demandas interpuestas contra partidos, candidatos y autoridades, deben ser resueltas en plazos perentorios. Así podremos conocer cuáles fueron sólo argucias electorales y las que realmente estaban fundadas. Ello exhibiría y pondría contra la pared a quienes torcieron la ley para beneficiarse y por lo tanto, no son aptos para la función pública.

Lo peor que nos puede pasar es que después de todo lo que vivimos no haya cambios, que todo siga igual. Urge una profunda renovación de la vida pública: el simple continuismo sería el peor resultado posible.