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1380 9 Agosto 2013

 

Racismo mexicano
Samuel Schmidt

Los Ángeles.- Hace unos días fui a un supermercado mexicano en Austin a comprar carne adobada, que aunque no es realmente mexicana parece gustarle a la gente. Iba yo vestido con atuendo veraniego, pantalón corto, playera, sandalias y una gorra que me regalaron los tequileros.

¿Indumentaria de gringo? Estaba yo algo distraído cuando me tocó el turno y no puse atención en que el dependiente me había hablado en inglés, hasta que alguien me indicó con señas que era mi turno.

Respondí en español, de inmediato un cliente dijo en voz alta: “Habla español”. Estuve tentado a decirle que sí y mejor que él, pero me abstuve. Tal vez su tono desagradable no era agresivo, mi silencio al parecer lo animó para seguir haciendo comentarios (según el sarcásticos) sobre mi español y que yo lo hablara, era muy clara la intención discriminatoria.

Fui a hacer una reclamación al correo, porque por un error de ellos me regresaron un sobre de envío internacional que no procesaron. Me atendió una mujer hispana, la echó de cabeza el fenotipo y llamarse Cristina; muchos mexicanos en Estados Unidos mantienen sus nombres hispanizados como tropo identitario. Su trato fue bastante malo, arrancó una forma que mostraba el error del correo y la tiró a la basura, se negó a resolver el problema, y luego dijo que no hablaba conmigo, cuando pedí hablar con su supervisor dijo que había sido “rudo”, o sea que la culpa era mía.

El supervisor resolvió el problema de inmediato porque no era complicado, ¿cómo explicar la conducta de ella? Cuando hice la queja formal, telefónicamente me dijeron que ella había sido poco profesional; la cuestión es que no es poco común encontrarse a empleados hispanos que maltratan a los hispanos, es un acto discriminatorio muy peculiar.

Yo pensaba que hay algo en mi actitud que atrae estas expresiones agresivas, pero mi esposa comenta que sus compañeras de trabajo hispanas le reclamaban que se haya casado con un “gringo”. Como que no concebían que una mujer hispana se casara con un gringo y el apellido Schmidt así lo atesta. ¿Acaso las mexicanas tienen que casarse con un mexicano?

En una investigación que hizo Pablo Vila sobre la identidad fronteriza,  encontró que los mexicanos que cruzan la frontera, aunque se encuentran en el escalón más bajo de la escala social, piensan que por el sólo hecho de haber cruzado la frontera son superiores a los mexicanos, aunque el autor no lo dice, tal vez piensan que esa superioridad les permite, o justifica la discriminación.

Una película que retrata muy bien la discriminación de quién se considera de una clase social superior a la del discriminado, es El mil usos, donde un camionero agrede a un campesino desempleado con el epíteto “pinche indio”, lo que implica ser de una clase social inferior y ser sujeto de discriminación.

Recién llegada mi esposa a México, fuimos a una reunión de anarquistas donde la madre de uno de ellos, sin venir al caso, se quejó de que Hitler no hubiera terminado lo que empezó y tuvo suerte, porque ella que estaba muy lejos de representar el modelo ario. Hubiera sido exterminada. Lo cierto es que ser supuestamente de izquierda no exime de odiar al otro, porque quién odia a uno odia a muchos, quien discrimina a uno lo hace con muchos. Esas personas son incapaces de reconocer la diferencia y respetar a los que son distintos.

El mexicano discrimina, es racista, detesta a las mujeres, a los gringos, a los extranjeros, a los indios, y es capaz de las peores infamias.

Alguien sugiere que sufren del síndrome del dominado-dominador; cuando el dominado tiene la mínima capacidad de poder, se vuelve peor que el dominador, tal vez para mostrar que merece la aprobación de su amo y que está haciendo méritos para convertirse en dominador. Por eso los agentes de migración hispanos en Estados Unidos son tan duros con los mexicanos. Ese síndrome posiblemente explique por qué un mexicano abusa cuando tiene algo de jerarquía, un uniforme, un arma, hasta un puesto, por jodido que sea, en una oficina de gobierno.

Eso sí, esos mismos mexicanos gritan desaforados cuándo sufren discriminación, tal vez porque están dispuestos a que se haga justicia en las mulas de su compadre, pero a no ver nunca la viga en el propio ojo.

Tal vez estemos ante actos de imitación inconscientes de aquellos que se  sienten inferiores y se superan abusando de sus iguales.

Falta mucho por indagar en este tema.

 

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