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1382 13 Agosto 2013

 

Primero la confianza
Hugo L. del Río

Monterrey.- Los políticos mexicanos generalmente hacen lo contrario de lo que prometen. La insistencia del Presidente Peña Nieto en “garantizarnos” que ni Pemex ni la CFE se venderán o privatizarán, cae en el vacío.

Supongo que todos los mexicanos estamos de acuerdo en que Pemex agoniza y hay que hacer algo para salvarla. La producción de crudo bajó un 25 por ciento en los últimos tiempos y, en algunos casos como el de Cantarell, la caída asusta: de dos millones de barriles al día a menos de 400 mil.

Estamos conscientes de que la escarcela está flaca y carecemos de tecnología. Sabemos que necesitamos dólares y conocimiento para explorar y explotar tanto el crudo tradicional como el aceite bituminoso. Y sí, bienvenido Míster Marshall, como decía la película española, a condición de que acepte su papel de socio de segundo o tercer orden.

El jefe del Estado mexicano dice que se ejerce y se ejercerá “un control absoluto sobre el petróleo”. Pero hemos escuchado a tantos presidentes jurar y protestar que sacarán a México de sus problemas que, la neta, no lo creo a la cúpula. Y menos con el anuncio de que se reformarán los artículos 27 y 28 de nuestra maltrecha Carta Magna.

El inge Cárdenas ya dijo que para hacer la reforma energética no es necesario enmendar la Constitución, y eso de que Peña Nieto leyó palabra por palabra la iniciativa de don Lázaro para apoyar la expropiación en el ordenamiento constitucional, específicamente en el citado artículo 27, me parece un acto de demagogia barata: no se trata de copiar el texto del estadista, sino de hacer las cosas de acuerdo con el espíritu que lo guió.

Vivimos de Pemex: el 33 por ciento del ingreso de la Federación lo aporta el ente petrolero, que a su vez paga en impuestos el 70 por ciento de su ingreso. El nuevo orden, ofrece el mexiquense, creará cientos de miles de empleos y hará posible que bajen los precios de la luz y la gasolina. Demasiado bueno para ser cierto.

Es verdad que el mensaje de EPN no entusiasmó a los tiburones blancos de la industria; Exxon Mobil, Shell, British Petroleum y Petrobras. Pero la coalición PRI-PAN tiene años y años para ponerle crema a las enchiladas, al gusto y olfato de los barones del oro negro.

Pienso que si Peña Nieto en verdad quiere reformar a Pemex –y no tocamos por hoy el tema de la corrupción– tendría que empezar por ganarse nuestra confianza. Y qué mejor manera para ello que nombrar a Cuauhtémoc Cárdenas como director general de la paraestatal o, por lo menos, como una especie de auditor del proceso reformista.

La Expropiación creó el instante sagrado, hasta ahora irrepetible, de unir a los mexicanos. Peña Nieto nos puede volver a unir…en su contra, si pretende entregar nuestro más preciado patrimonio. En su biografía de don Lázaro, el maestro Fernando Benítez describió así la reacción de la sociedad mexicana después del 18 de marzo: “La Iglesia se unió al gobierno por primera vez y bendijo la expropiación, solicitando la colaboración de los fieles. Y el suntuoso Palacio de Bellas Artes contempló una escena desusada: el pueblo llenó el vestíbulo con el deseo de contribuir con algo al pago de los bienes de las empresas. Los hombres daban dinero, las mujeres ricas sus alhajas y las muy pobres su único rebozo, un cordero o un par de gallinas”.

El petróleo es nuestro: nos lo jugamos todo para rescatarlo. Seamos dignos de nuestros abuelos y nuestros padres.

 

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