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1400 6 Septiembre 2013

 

¿Quién paga los platos rotos?
Hugo L. del Río

Monterrey.- ¿Y los niños sin escuela, qué? La polvareda que ha levantado la CNTE no nos deja ver a los millones de peques que se han pasado no sé cuánto tiempo sin ir a la escuela. La crisis los golpea más duramente a ellos que a los políticos. De por sí, México es un país de analfabetos. La educación nos anima como la única esperanza que podríamos alimentar, y eso a un plazo mínimo de veinte años. Pero no contábamos con la coordinadora.

Entidades que parecen vivir en la Edad Media, como Guerrero, Michoacán, Oaxaca, Veracruz y otras más, tienen cerradas las escuelas desde hace buen rato. Eso sí, los protestatarios exigen sus quincenas, sus bonos y todas sus prestaciones. Y lo peor es que los blandengues gobernadores de esos estados se las pagan. Está bien que México sea un país mágico y surrealista, pero no es para tanto.

Desde luego, no tomo posición a favor de la clase patronal, pero la neta es que cuando los obreros van a la huelga, dejan de percibir el salario. Si ganan –cosa que ahora sucede muy raramente– se les pagan los sueldos caídos. ¿Cómo es que los cenetistas han causado tanto pavor entre el sector gobernante que siguen recibiendo el billete? ¿O les pagamos –porque en primera y última instancia la marmaja es nuestra— para que desorganicen la vida de los millones de personas que viven en el defe?

La ciudad de México es el cerebro y el corazón de la República. Guadalajara es un ranchote donde manda el clero católico, y Monterrey es una inmensa hacienda africana administrada por las megacorporaciones trasnacionales. Y los 30 mil seguidores de la CNTE nos envían un mensaje ominoso cuando se apoderan o por lo menos controlan los puntos neurálgicos, estratégicos, de la ciudad capital de la nación. Sean quienes fueren los que manipulan el movimiento, su propósito parece ser el de provocar una ola de represiones.

El colega de Excélsior, Jorge Fernández Menéndez, escribe que la CNTE se hizo el harakiri. Discrepo: la protesta está subiendo de tono y se manifiesta en varias ciudades. No sé, no puedo saber, si, como dicen, el 95 por ciento del magisterio está de acuerdo con el gobierno de Peña Nieto. El sindicato perdió su espíritu de lucha desde hace muchos años.

Lo que resulta obvio es que la coordinadora está zarandeando tan brutalmente a la nave que, desde el capitán hasta el último grumete todos salimos lastimados. Las marchas espectaculares, la toma del Zócalo, el sitio a esta o aquella dependencia nos conducen al río de nepente: olvidamos a los escolares.

La Federación tendrá que resolver el problema y, mucho me temo, lo hará a su manera. The Washington Post escribe que la aprobación de la llamada reforma educativa es un triunfo de Peña Nieto. Eso ya estaba previsto: tienen la mayoría en el Congreso. Pero todo apunta a que ésta será una victoria pírrica.

 

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