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1422 8 Octubre 2013

 

EL CRISTALAZO
Las víctimas inmóviles
Rafael Cardona

Ciudad de México.- Quienes conocen de arte fincan el mérito de la escultura en la movilidad visual de su quietud. Si bien no tiene movimiento, es célebre el instante retenido por ejemplo en las serpientes de Laocoonte y sus hijos, mármol visible para cualquiera en el Museo del Vaticano; los sinuosos pliegues de La Piedad, en San Pedro o el equilibrio insólito de las piezas sedentes de Henry Moore. En verdad se movían las obras de Calder. 

Uno de esos momentos estelares es el paso fino del caballo “Tambor” de Carlos IV, por cuyo homenaje logró Manuel Tolsá la mejor obra de su vida. Una estatua ecuestre posiblemente sólo superada por la romana de Marco Aurelio, cuyo trote de oro nos deslumbra y asombra. Eso por no hablar del Zapata de Julián Martínez en Toluca o Gengis Kahn, en Ulán Bator, cuyas dimensiones en ambos casos, son monstruosas. 

Pero el caso es cómo el pobre caballo de nuestra ciudad, bellamente colocado en la Plaza Tolsá de esta capital ha sido pretexto para una grilla inclemente y profunda, pues no se trata sino de ganar espacios en las instituciones administradoras del presupuesto cultural, ni siquiera de la creación, pues hasta donde se sabe, ésta no proviene de las instituciones burocráticas sino del talento humano.

Como se sabe, en el DF hay una polémica entre quienes consiguieron un contrato y quienes se ofenden por no haber sido ellos quienes lo hicieron. ¿El pretexto? la forma como se ha limpiado la pátina del bronce del solípedo y los supuestos daños causados al metal por haberle quitado la piel del tiempo. 

Si hace unos meses el problema más grande (en este tema) era la estatua de Aliyev, hoy hay una polémica inconclusa por la broncínea piel del Caballito, el cual (por cierto) fue trasladado hace años por enésima ocasión en la historia de la ciudad para dejar su sitio en el cruce de Rosales, Bucareli, República, Juárez y Reforma, a una pieza geométrica de grandes dimensiones hecha por el escultor Sebastián; ese a quien durante sus arrebatos juveniles llamaban “El Chihuahua” y con todo y mote locativo fue a dar a la cárcel durante el movimiento estudiantil del año 68.

Posiblemente por esa afinidad con el movimiento, el Comité del 68 (los históricos, digamos) le pidió a Sebastián una escultura para conmemorar los 45 años de la ya conmemorada mitología estudiantil cuya gesta nos dio héroes acumulables, pues al menos año con año el número de mártires aumenta como los falsos espectadores taurinos, cuya imaginación los llevó años y años a la plaza de Linares cuando “Islero” mató a Manolete. Millones hubo en esa placita. 

Pero bueno, de vuelta al grillerío escultórico local. 

Como el gobierno ya no quiere un escándalo más del corte de Aliyev, ha decidido crear un comité, un consejo de ciudadanos notables (en esta ciudad siempre son los mismos) y cuando se planteó dónde instalar la escultura “sebastina,” una de las señoras integrantes del ya dicho grupito (son cuatro), muy cercana al parecer a don Gerardo Estrada, el ubicuo administrador de presupuestos culturales aquí, allá y acullá, se negó a dictaminar favorablemente bajo un argumento feble y ñoño: ya hay demasiadas obras de ese señor (“El Chihuahua”) en esta ciudad. No habrá una más, ¡sobre mi cadáver!

Y ante tan mortuoria amenaza, el emplazamiento se echó para atrás. 

No se sabe si tan rígida y fría advertencia guarda relación con las actividades estudiantiles de don Gerardo, de quien no todos los integrantes del Comité 68 guardan buen recuerdo, pues no fue la suya (dicen) una actitud congruente hasta el final o simplemente se trata de un asunto propio de la envidia. 

A muchos todavía se les atraganta el éxito internacional de Sebastián, quien hoy es el artista mexicano con más presencia y obra en todo el mundo desde Japón a Irlanda; Canadá, Argentina, Holanda, Francia, Israel, España y Chihuahua, lo cual es quizá lo más importante.

Lo complicado de este asunto vendrá pronto. El Comité 68 no entiende el asunto como un problema de vanidades entre críticos frustrados y burócratas incapaces de dibujar las orejas de un gato. Los ex dirigentes del Movimiento lo consideran un agravio al ya dicho aniversario y su frustrada conmemoración, motivo por el cual van a ir a la asamblea del DF a protestar por la dicha censura; pues a fin de cuentas no es sino eso: impedirle a un artista hacer su trabajo (lo cobre o no) con el pretexto de haber trabajado antes.

Si como dice José Saramago, el escritor es como el carpintero pero uno hace libros y el otro hace sillas, vamos en camino, por lo visto, del arte por asignación. ¿Cuánto debe producir un escultor?, ¿cuántos cuadros un pintor?, ¿cuántos giros una bailarina?, ¿cuántos edificios para un arquitecto?

Pues ya estamos en camino de la cuota. Cuota de género y cuota de obra. Y todo por una señora cuyo cadáver (Dios nos libre) se pone como obstáculo para frenar el homenaje a los "Mártires del 68” como ha quedado inscrito, precisamente en los muros de la Asamblea donde los “sesentaiocheros” se van a ir a quejar. 

Y en medio de todo esto, por si no tuviera demasiados agobios, el jefe de gobierno de la ciudad cuyo coordinador de Gabinete (JGG) es integrante del Comité del 68… ¡Vaya!

 

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