Suscribete
 
1446 11 Noviembre 2013

 

EN LAS NUBES
La “diosa” mordida
Carlos Ravelo Galindo

Ciudad de México.- Con desdén y desprecio,  el Papa Francisco arremetió contra la “diosa mordida”, al fustigar la corrupción de empresarios y políticos y compararla con la droga. A ellos equiparó, en su reflexión, con el administrador deshonesto.

Tiene la razón este jesuita, sobre todo en lo que respecta a nuestro país. El santo varón no se refería a nadie en concreto, a nadie en especial, pero caló fuerte en casi todos los que presumen de moralidad, ética, y honestidad en el mundo. Respecto a nuestras autoridades, podríamos añadir algo a lo dicho por el sucesor de San Pedro: desde que tomó posesión hace casi un año, nuestro joven mandatario no ha mencionado una sola vez la palabra corrupción, no obstante que tal mal se ha convertido en el desafío más importante para la consolidación democrática de México.

No es un acto aislado, ni casualidad, sino un sistema.  La deshonestidad ha minado la eficacia y la legitimidad de los partidos, ha vulnerado, también es cierto, a las organizaciones sindicales, a la administración pública de la Federación; a los gobiernos estatales y municipales, al sistema legislativo y por supuesto, claro, al poder judicial.

En su capilla privada del Vaticano, Santa Marta, el actual Obispo de San Juan de Letrán, argentino de nacimiento, consideró que la mordida, ( y agregaríamos la extorsión), es la actitud del camino más breve, más cómodo para ganarse la vida. Según el sumo pontífice, el administrador deshonesto, público o privado  el que ofrece, acepta o exige dádiva; lleva la comida a su casa, pero da pan sucio a sus hijos.

Tal parece que nuestro mandatario y sus colaboradores no se lo han hecho admitir o simulan hacerlo, no ven o no quieren reconocerlo, que hay que combatir la putrefacción, como prioridad central de su gobierno.  La inmoralidad, de unos y otros, actúa en forma directa en contra de la eficiencia de la economía del éxito, y claro de las políticas públicas.

La inmundicia no es un acto aislado ni una situación, sino un sistema, al que hay que combatir desde todos ángulos, oficial y privado. Que deje de ser rutina. Que los hijos de quienes fallan a la rectitud, como dice el vicario de Cristo, dejen de estar hambrientos de dignidad. Es necesario que se den cuenta de que el decoro viene del trabajo digno, del trabajo honesto, del trabajo de cada día y no de los caminos más fáciles que al final quitan todo.

Pero el prevaricador no lo entiende o no le conviene, porque ignora que la frente honrada que en sudor se moja, jamás ante otra frente se sonroja.

carlosravelogalindo@yahoo.com.mx

 

Su nombre :
Su correo electrónico :
Sus comentarios :

 

 

15diario.com