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1461 2 Diciembre 2013

 

EL CRISTALAZO
Negociar y pactar
Rafael Cardona

Ciudad de México.- La reciente fractura en un acuerdo tripartita de negociación y concurrencia cuya denominación de “Pacto por México” fue desde el principio un tanto rimbombante, no deja de ser sin embargo un hecho curioso: el Partido de la Revolución Democrática, logró, precisamente a través de ese mecanismo, avances programáticos imposibles desde el aislamiento recalcitrante el ensimismamiento autista.

La inclusión de tantos puntos de vista del PRD en las reformas hasta ahora logradas en México, no habría sido posible sin el pacto, lo cual a pesar de todo plantea una nueva paradoja de las muchas a las cuales la política nos tiene acostumbrados. Sin el Pacto, el PRD se habría diluido, desvanecido como se mostraba su propia dirigencia tras la batalla electoral tan llena de impugnaciones. 

Sin el Pacto hubieran naufragado, pero si por el pacto pudieron salir a flote, necesitaban romper la alianza para seguir una travesía cuya independencia los llevara a la singladura autónoma. 

Sin el pacto se habrían estancado; dentro del pacto se habrían desviado, especialmente ahora cuando la discusión petrolera nacional se quiere resolver casi entre monosílabos. Sí o no.

¿Permitimos el regreso de los capitales y manos a una industria arrebatada precisamente a esas manos y a esos capitales hace 75 años? ¿Ignoramos el significado de la recuperación en el diseño del nacionalismo mexicano, existente hasta hace algunos años?

¿Diseñamos el país con un libro de historia o con una calculadora de laptop?

No se hace esta columna esas preguntas, se las hacen ellos y preparan, como hoy, una adhesión sea física o simbólica a la gran temporada de manifestaciones (otras más) con las cuales los grupos disidentes, de cualquier matiz, tendencia o especialidad, harán su presencia estridente. 

Ya no tiene demasiado caso seguir con la discusión de si las reformas son necesarias o no. Lo notable ahora es ver hasta dónde se puede conciliar autonomía con pertenencia.

¿Es el pacto una zona de acuerdo obligatorio, de consenso (sinónimo de una unanimidad, por otra parte) o es una posibilidad organizada de discutir con orden y concierto para después llevar los documentos y elementos a las cámaras, dictaminar y votar en la plenitud del Congreso?

Obviamente, el Pacto no es sino un ámbito de preparación; no de solución y obviamente su vida útil ya estaba cercana al final. Si éste se presenta con  el divorcio, si el trío de tres se convierte en el trío de dos, esos ya son otros López, sin  alusión alguna (por ahora) al López mayor de nuestra patria, cuyas baterías ya se enfilan más allá del éxito o fracaso de sus “cercos pacíficos” a las sedes legislativas nacionales; el Senado y la Cámara de Diputados. 

Como ya no puede tomar la tribuna, ahora tomará la banqueta. Pero en fin, ese es otro tema.

 

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