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1463 4 Diciembre 2013

 

ENTRELIBROS
La crónica urbana en Nuevo León
Eligio Coronado

Monterrey.- “La crónica urbana es, según nos dice Gerson Gómez en La orquídea parásita (Antología de la crónica urbana en Nuevo León. Monterey, NL: Edit. UANL, 2012. 343 pp. Colección Tiempo Guardado).
un género mixto entre el periodismo informativo y el periodismo de opinión, anudado literariamente” (p. 14).

Y es que en este volumen, Gerson ha reunido a cuarenta y ocho cronistas que van desde Nemesio García Naranjo (Lampazos, NL, 1883) hasta Ximena Peredo (México DF, 1981), pasando por figuras tan destacadas como Alfonso Reyes, Silvino Jaramillo, Héctor Benavides, Jorge Villegas, Rosaura Barahona y José Alvarado, entre otros.

La temática de la crónica urbana es muy amplia: luchadores, prostitutas, músicos (Celso Piña, Rigo Tovar), visitantes ilustres (el poeta Gonzalo Rojas, el escultor Fernando Botero), ciudades (Bogotá, Los Ángeles), suicidas, conciertos (Los Rolling Stones), la vida nocturna en Monterrey, los abusos del control antialcóholico, los ritmos de moda (rock, punk, cumbia, country), futbolistas (Milton Carlos), desgracias naturales (el huracán Gilberto), concursos gays, braceros, niños que trabajan, alcohólicos, narcos, pintores (José Chávez Morado, Olga Costa),  bailarines, ex-presidentes (Victoriano Huerta), delincuentes juveniles, el Monterrey en los 50, la Alameda, la Coyotera, etc.

Las crónicas son directas, el lenguaje práctico (en ocasiones coloquial) y el tono conversacional. Los autores nos cuentan lo que van recogiendo visual y emocionalmente. Hay cierta minuciosidad por los detalles que iguala a este género periodístico con la microhistoria.

Ningún autor sabe si su obra perdurará, pero de todos modos la escribe con el arrebato del momento, como un destino inmediato y personal que sólo él puede cumplir: “aquellos viejos de cara zorruna parecen sonreír con una alegría imperdonable: la alegría de sentirse horribles; de ser pesadillas, endriagos; de ir de juerga a los camposantos; de danzar toda una noche en ronda con los muertos” (Alfonso Reyes, p. 23-24), “Desde las polvaredas de Escobedo. Desde las ratoneras de Valle Verde. Desde los muladares de San Bernabé. Desde los sumideros de Santa Catarina, aquí llegan los convocados. Nadie que se precie de grueso y ponedor va a faltar a esta cita con la perrada colombianera” (Joaquín Hurtado, p. 254).

Como bien dice Gerson (Jojutla, Morelos, 1971), la crónica urbana se “anuda literariamente”, pues toma elementos del ensayo y el relato, además del artículo, del reportaje y hasta del testimonio: “Bogotá se fue haciendo chiquita a medida que el avión se elevaba sobre el cielo de Montserrate. El brillo del chuzo cerca de mi cuello se fue opacando” (Margarito Cuéllar, p. 185), “una vez dije que en Monterrey me iba a morir y las lianas de la vida en que me colgué, me lanzaron a otro paisaje, a otro mundo y a otro espejismo” (Cris Villarreal, p. 187).

 

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