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1481 30 Diciembre 2013

 

¿Es inútil la filosofía?
Claudio Tapia

Monterrey.- Para André Comte-Sponville, la filosofía –que no es una ciencia, ni siquiera un conocimiento– sirve para vivir mejor. La filosofía no se aprende, lo que puede hacerse es aprender a filosofar, nos dice.

La pregunta filosófica central, que casi basta para definirla, es: ¿cómo vivir? Pensar mejor para vivir mejor (razón y sabiduría), para eso sirve filosofar. Se trata de pensar la propia vida y vivir el propio pensamiento. Filosofar es una actividad pensante que desemboca en una vida más activa, más feliz, más lúcida, más libre, es decir, más sabia, nos dice el filósofo francés.

Por su parte, Luc Ferry –de manera que podríamos considerar complementaria– afirma que para saber lo que la filosofía es hay que conocer su historia. El estudio de las ideas, de las diversas visiones del mundo, del pensamiento que ha marcado los grandes momentos de la filosofía, sirve para aclarar las interrogantes en torno a cómo podemos o debemos vivir nuestras vidas.

Aprender a vivir, a dejar de temerle a los diversos rostros de la muerte, aprender a superar la banalidad de la vida cotidiana, las preocupaciones y el tiempo que pasa, ha sido el objetivo filosófico desde los orígenes griegos, sostiene este ilustre pensador, también francés, y respetado amigo del primeramente citado.

Existen diversas definiciones del amor a la verdad, mejor dicho, de la pasión por la sabiduría; múltiples conceptos de eso a que se alude con el término “filosofía”. Las apuntadas son sólo muestra de dos destacados pensadores  contemporáneos de mi preferencia.

Son tantas y tan ricas las ideas en torno a lo que es la filosofía y su historia que no es posible sintetizar. En tan breve espacio, lo mejor es parar. Pero no puedo hacerlo sin contarles, aunque sea brevemente, la anécdota con la que, a juicio de los hermanos Fernandez Liria y Luis Alegre Zahonero, se inició la historia de la filosofía occidental, porque me parece aleccionadora y divertida. Va.

Tales de Mileto (siglo VI a.C.) era uno de los 7 sabios más importantes de Grecia. Su sabiduría había ayudado mucho en los asuntos políticos y sociales de su ciudad. Pero sus conciudadanos empezaron a desconfiar de él porque un día se cayó en un pozo por ir mirando hacia arriba observando las estrellas; iba muy concentrado en sus pensamientos. Se corrió la voz de que el tal Tales ya no sabía ni dónde ponía los pies.

Lo acusaban de interesarse en saber cosas a las que no se veía ninguna utilidad, como eso de que el principio de todo es el agua. Tales contestaba que la cuestión no era si eran útiles o no, sino si eran verdad o no. Se trataba de saber por saber, por amor a la verdad. En respuesta, sus conciudadanos, con cierta sorna y en tono de reproche, empezaron a decirle “filósofo”. No le perdonaban que la filosofía apartara al sabio de pensar cosas útiles para la ciudad y sus habitantes.

Cuentan los autores de Educación para la Ciudadanía; Democracia, Capitalismo y Estado de Derecho (libro del que tomo la cita), que Tales decidió dar un escarmiento a sus conciudadanos de Mileto. Previó acertadamente que la cosecha de aceitunas de ese año sería mucho más abundante de lo habitual y, sin decírselo a nadie, fue comprando todas las prensas para fabricar aceite. Todo el mundo tenía toneladas de aceitunas pero nadie podía hacer nada con ellas porque todas las prensas las tenía Tales, quien aprovechó el momento para alquilarlas a muy alto precio.

Así fue como demostró que si se ocupaba de la filosofía y no de cosas útiles no era porque había perdido la cabeza, sino porque había descubierto algo mucho más importante que la utilidad, algo más trascendente que cubrirse de oro. Estaba convencido de que se trataba de algo destinado a cambiar enteramente la vida de su ciudad y de todas las ciudades del mundo.

Tenía razón, nos dicen los autores citados, al caerse en ese pozo Tales había desatado una fuerza portentosa que en adelante no dejaría de agitar la historia occidental. Se trataba de la idea de que la vida de la ciudad tuviera su centro de gravedad en torno a la verdad, la dignidad y la justicia. Se trataba de que en adelante, la ciudadanía no se conformara con perseguir con éxito sus intereses. Que nada resultase a la comunidad suficientemente bueno si no era, además de útil o conveniente, justo y verdadero.

Para muchos eso fue una tontería. Para los más sigue siendo una utopía. No obstante, para algunos, la filosofía lejos de ser inútil sirve para mejorar la vida.  

 

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