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1486 6 Enero 2014

 

Regreso a la realidad
Pablo Vargas González

Pachuca.- Regresamos a nuestras labores cotidianas. Muchos no sabemos que pasó, en unos cuantos meses se produjeron cambios que modifican una serie de cuestiones fundamentales en el país y que se resentirán en los bolsillos y en el régimen de libertades que en décadas se ha construido. La cuesta de enero es el inicio del horror, con un aumento salarial ínfimo se inicia el regreso a la realidad.

Durante 2013 se vivieron los estragos de la escasez económica. Los “gasolinazos” de cada mes y el aumento paulatino de precios, hicieron difícil la vida de millones de mexicanos, sobre todo para completar la canasta básica y la dieta saludable.

Los políticos que gobiernan están acostumbrados (desde los grandes bunkers, ahora rodeados y blindados por policías y ejército) a decidir sobre las necesidades de los ciudadanos, desde el escritorio o desde la cretinez. Todavía podemos recordar promesas y promesas recientes, o frases francamente estúpidas, como que con un salario mínimo se puede enviar a los hijos a la escuela privada, tener un vocho, y vivir como reyes.

Lo peor sigue sucediendo, no hay conciencia histórica, pasan generaciones y siguen gobernando “los mismos”, con los viejos métodos autoritarios y represivos, y la baja cultura política clientelar y corporativa sigue controlando los destinos de las mayorías. Una sociedad adormilada, con la mayoría de jóvenes bajo el control más rapaz que impide la movilidad de las nuevas generaciones, ante un predominio de jóvenes ninis.

Por eso hoy las nuevas élites políticas, conformada por jóvenes ambiciosos, sin principios ni valores profundos, ni sobre la sociedad ni el civismo, carentes de valores sociales y personales, quieren imponer la mano dura de los años vividos en la hegemonía que llevó a la decadencia. No son imprevisibles respuestas sociales desde abajo y desde todos los ámbitos. Se han trastocado valores fundamentales de lo que sigue creyendo la sociedad.

Las famosas reformas estructurales no son de entendimiento de la gran mayoría de la población. La gran campaña de desinformación contribuyó a la desmovilización social. Casi estamos viendo en pleno el “síndrome de estocolmo” donde las víctimas de la violencia colaboran y cooperan con los victimarios. Exaspera ver cómo en actos políticos se sigue usando a las masas controladas y “acarreadas” para aplaudir los cambios “modernizadores”.

Estamos cumpliendo 20 años del inicio del Tratado de Libre Comercio (TLC) de México con Estados Unidos y Canadá. Los resultados son contundentes. Sólo unos cuantos se han beneficiado. Hemos producido una gran fábrica de pobreza, donde cada sexenio se amplía la brecha entre ricos y pobres. Al mismo, tiempo hay nuevos ricos, inmensamente millonarios que se encuentran en un pequeño listado. El tipo de política social es muy clara: sólo dar limosnas y despensas que contribuyen al clientelismo.

Pero también se cumplen 20 años, del 1° de enero de 1994 cuando desde las raíces y cimientos del pueblo surgió la movilización indígena en Chiapas para descarrilar el festín de los poderosos y gritar al mundo que la entrada a la modernidad era una farsa. El EZLN fue y sigue siendo un símbolo de las demandas de los desposeídos. Un ejemplo vivo que se puede replicar sin fin.

Las reformas política, fiscal y energética sólo confrontan a la sociedad, a los pueblos y las comunidades. Son reformas hechas a la medida de los poderosos. Resultaron baratas sin oposición alguna, con la colaboración de una coalición cooptada y vendida a intereses antipopulares. Por ello no será extraño que empiecen explosiones sociales diversas, una resistencia lenta pero concentrada, algunas con memoria histórica, otras con demandas y tal vez la mayoría sin propósito alguno.

Tal vez se piense que regresar al poder, con los viejos métodos es “pan comido”. Existen nuevos escenarios donde se dará la resistencia y la movilización social.

Lo global será fundamentalmente local: en barrios, escuelas y comunidades, despuntará la organización y la alternativa en este siglo XXI.

 

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