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1516 17 Febrero 2014

 

Desamparo en Plaza Morelos
Hugo L. del Río

Monterrey.- En el primer cuadro de Monterrey tenemos muy pocos parques. En la ciudad de México, en cualquier sentido que uno camine, a las pocas cuadras se encontrará una plaza arbolada y con bancas para sentarse a ver pasar la vida. Pero, definitivamente, la capital de Nuevo León no es el defe.

Así las cosas, el peatonal Morelos se convirtió en uno de nuestros paseos predilectos. Y no está mal, no. Pudiera ser un sitio de esparcimiento, como Dios manda, si la autoridad le diera un mínimo de atención. Para empezar, parafraseando a Tito Monterroso, cuando desperté ahí seguían los puesteros y los ambulantes. Quise sentarme a descansar un par de minutos. Ozú: retiraron los antiguos asientos colectivos, que eran bastante cómodos, y los sustituyeron por unas horrendas láminas –sin respaldo ni apoyo para los brazos– que, supongo, usan los judiciales para sus interrogatorios científicos.

Pero, además, ignoro quién dio la orden: al parecer se emitió un úkase prohibiendo los árboles. Para llegar a esos tablones, tuve que cruzar una pequeña zanja que, como sea, es un riesgo para niños y jóvenes abuelos. Pero tampoco pude reposar sentado, como hubiera querido: el sol africano me tatemó las nalgas. Buen ciudadano, como soy, pretendí depositar en un cubo para basura la bolsa vacía de las sabritas: je je, no hay tal cosa. Las tienditas de conveniencia son las únicas que se ocuparon en poner a disposición del respetable unos tambores que hacen la función de recipientes para desperdicios.

Y por aquí y por allá uno ve trabajos a medio concluir que, no se sabe si pretenden embellecer Morelos o afearlo. Virgen de los Tres Puñales: tienen años y años y años de anunciar que Morelos será la joya de la corona regiomontana y es fecha que no tenemos ni la una ni la otra.

En las ciudades bien gobernadas, uno puede ir a la plazoleta más cercana a la casa para leer un rato, charlar con otro desocupado, admirar a las muchachas en minifalda o shorts. Son muy importantes, para mejorar la calidad de la vida, el ocio y la tregua en el agobiante trajín de la metrópoli. Esto lo saben lo mismo los esquimales que los zulúes. Pero lo ignoran los hombres que nos gobiernan. Joder: con lo que gastan en una semana en publicidad personal y preelectoral nos podrían hacer este regalo. Es más. En tanto obra pública, les quedarían sus dulcecitos, como dice el inolvidable Madedito.

Pie de página
La epidemia de influenza se llevó al colega Federico Campbell, hombre de Tijuana avecindado en el defe. El periodista fue un gran especialista en la obra de Leonardo Sciascia y algo aprendió del siciliano: descobijó al columnista quien, en los años de Miguel de la Madrid, con el seudónimo de Pedro Baroja, quemaba incienso a los pies del colimense.

hugoldelrioiii@hotmail.com

 

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