Suscribete
 
1552 8 Abril 2014

 

¡Zapata vive… la lucha sigue!
Lupita Rodríguez Martínez

Monterrey.- Uno de los principales acontecimientos de la Revolución Mexicana fue el alzamiento de los campesinos del sur el 10 de marzo de 1911, tres meses y medio después del día fijado (20 de noviembre del 1910) por Francisco I. Madero en el Plan de San Luis para el levantamiento general.

El alzamiento de las masas campesinas fue para recuperar las tierras de labranza necesarias para sobrevivir, tierras despojadas desde los días del coloniaje español y que terratenientes mantenían usurpadas a pesar de la Guerra de Independencia de 1810. Y, precisamente, el detonante de la rebelión fue el Plan de San Luis, cuyo Artículo 3 ofrecía la restitución de tierras.

La lucha por recuperar las tierras era tan antigua y tan actual en muchas regiones de la naciente nación mexicana, que la decisión de los campesinos para levantarse en armas ocurrió en la etapa más cruel del sistema latifundista que el dictador Porfirio Díaz impulsó y tras décadas de enfrentamientos contra los hacendados, ya que documentos originados durante el Virreinato acreditaban derechos de propiedad de los pueblos sobre tierras comunales, que habían sido negados por las Leyes de Reforma promulgadas por Benito Juárez.

Particularmente la Ley Lerdo (bautizada así en referencia a Sebastián Lerdo de Tejada), obligaba a las corporaciones civiles a vender las tierras improductivas so pena de ser expropiadas por el gobierno. Sin embargo, las disposiciones de dicha Ley serían aprovechadas por los latifundistas para acrecentar todavía más sus tierras de manera ilegal, al solicitar la propiedad de zonas comunales que los pueblos no trabajaban por no contar con instrumentos de labranza, semillas, ni medios para hacerlos productivos.

En el Estado de Morelos los ricos hacendados terminaron de apropiarse, por la fuerza, de las tierras más fértiles para el beneficio agrícola de sus haciendas azucareras, dejando las tierras estériles a las familias campesinas, que debido a la pobreza de sus parcelas se dedicaron a la pequeña ganadería. La compraventa de animales les permitió cierta autonomía ante las haciendas.

Ahí es donde surge la figura del Caudillo del Sur, Emiliano Zapata Salazar, uno de los líderes más congruentes del movimiento revolucionario y símbolo de la resistencia campesina en México hasta hoy.

A los 32 años de edad y con una larga lucha por la tierra, Zapata y otros 72 campesinos, entre los que destacan Pablo Torres Burgos, Juan Merino, Rafael Moreno, Maurilio Mejía, José Vergara, Próculo Capistrán, Catarino Perdomo, Manuel Rojas, Juan Sánchez, Cristóbal Gutiérrez, Julio Díaz, Zacarías y Refugio Torres, Jesús Becerra, Viviano Cortés, Serafín Plascencia y Celestino Benítez, estallan la rebelión el 10 de marzo de 1911.

El primer líder del movimiento suriano fue Pablo Torres Burgos, quien a finales de 1910 viajó a Estados Unidos para entrevistarse con Francisco I. Madero, siendo muerto junto con sus hijos por las fuerzas federales en los primeros choques. Ante esto, la Junta Revolucionaria del Sur eligió a Zapata como nuevo jefe de las fuerzas maderistas. Se repitió la experiencia vivida en 1909, cuando fue electo Calpuleque (palabra náhuatl que significa jefe o líder) de la junta de defensa de las tierras de Anenecuilco, su pueblo natal.

Al asumir el mando, Zapata tomó mediante fulgurantes y furiosos combates, Axochiapan, Chinameca, Jojutla, Jonacatepec, Tlaquiltenango, Tlayecac y Cuautla, el último reducto porfirista, ya que Cuernavaca había sido evacuada. Empero, con el derrocamiento del porfiriato es cuando realmente se desata la guerra, tras la negativa del gobierno maderista de devolver al pueblo campesino las tierras comunales robadas por los hacendados millonarios.

Ante el rechazo de deponer las armas y licenciar sus tropas, Zapata es considerado rebelde y perseguido hasta ser muerto a traición en Chinameca, el 10 de abril de 1919, por quienes suponían inaceptable su reforma agraria radical, basada en el principio de que la tierra es de quien la trabaja.

Hace 95 años fue asesinado Zapata, mas no su legado al Pueblo Mexicano, escrito en el Plan de Ayala, en donde manifiesta que la Revolución no se había hecho para satisfacer intereses de una persona, de un grupo o de un partido, sino para cumplir fines más hondos y nobles; que se había lanzado a la revuelta no para conquistar ilusorios derechos políticos que no dan de comer, sino para procurarse un pedazo de tierra que habría de proporcionarle alimento y libertad, un hogar y un porvenir independiente; que no se conformaría con la abolición de la tienda de raya, si la explotación y el fraude continuaban bajo otras formas; ni con las libertades municipales, si no había base para la independencia económica y no se resolvía el problema agrario.

 

Su nombre :
Su correo electrónico :
Sus comentarios :

 

 

15diario.com