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1570 2 Mayo 2014

 

Cuatro adjetivos para la ciudadanía
Víctor Reynoso

Puebla.- A fines de los años setenta del siglo XX algunos decretaron la muerte de la idea de ciudadanía. Quince años después esa idea estaba en el centro de las teorías políticas. Para precisar esta idea y conocer los valores y propuestas que implica, es posible darle cuatro adjetivos: pasiva, activa, especializada y mundial. Dejo de lado la ciudadanía multicultural.

La ciudanía pasiva se refiere a los derechos. Ser ciudadano es ser miembro de una comunidad política, un Estado-nación, y esa membrecía da derechos. Es clásica la división de esos derechos planteada por T. H. Marshall hacia 1948: civiles, políticos y sociales.

Los civiles son la igualdad ante la ley. Cuando cualquier persona, independientemente de su estatus social, es tratada con igualdad por leyes y tribunales, hay ciudadanía civil. La política es el derecho a votar y ser votado, independientemente de estatus y del género.

Los derechos sociales, la ciudadanía social, es algo que se plantea hasta el siglo XX. Significa que todo individuo, al ser ciudadano, tiene derecho a un nivel de vida digno: ingresos, vivienda, educación. Los tres derechos constituyen la ciudadanía pasiva.

Ésta ha recibido diversas críticas. Primero porque señala los derechos dejando de lado obligaciones y responsabilidades. También porque generarían incentivos negativos: si mis derechos me los asegura el Estado, trabaje o no, tendré un estímulo para no trabajar. Lo que daría lugar a una caída en la productividad social. Se critica también que el que se garantice un nivel de vida mínimo a individuos que no logran alcanzarlo por sí mismos genera otra forma de desigualdad, pues podrían ser vistos con desprecio por otros.

La ciudadanía activa, la participación de las personas no solo para lograr satisfacer sus necesidades, sino para ser responsables en el buen funcionamiento del Estado (exigiendo rendición de cuentas a los gobernantes, por ejemplo) complementa a la pasiva y resuelve esas críticas. Proviene de la tradición republicana, de la que forman parte pensadores como Maquiavelo, y más recientemente Norberto Bobbio y Marizio Viroli.

El adjetivo “especializada” es más reciente. Pese a su importancia, está poco difundido. Se deriva de la ciudadanía activa aplicada al mundo moderno: la complejidad de la política actual es tal que es absurdo pedir al ciudadano que participe en todo. Lo sensato, lo realista y eficaz es pedirle que se “especialice” como ciudadano, que elija un tema de su interés, participe en asociaciones civiles, y trabaje por alcanzar los bienes públicos relacionados con su tema. La ecología, la seguridad pública, la lucha contra el maltrato animal, son algunos de los muy diversos temas en los que ya funciona la ciudadanía especializada.

La ciudadanía mundial o global abarcaría a las tres anteriores (más la multicultural) aplicada a todo el mundo. Es claro que la membrecía a un Estado-nación es ya estrecha para el mundo contemporáneo. Cuando una persona deja su país (un migrante centroamericano pasa por México, un mexicano cruza Estados Unidos, un africano a Europa) ¿deja de ser ciudadano? ¿Pierde sus derechos? Es necesario transcender los límites nacionales en materia de derechos de ciudadanía. Estamos muy lejos de hacerlo, pero hay que empezar planteando el problema, que ya se ha planteado y que ya ha tenido avances. Lo ideal, muy lejano, es que todo ciudadano del mundo tuviera asegurados sus derechos civiles, políticos y sociales. Que la ciudadanía activa y especializada tuviera una dimensión planetaria (hay ya ejemplos).

Falta mucho, pero ya hay líneas de trabajo claras y viables.

Investigador de la UDLA.

* Resumen de la ponencia presentada el 29 de abril en el Cuarto Congreso de Estudios Internacionales de la Universidad de Monterrey.

 

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