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1580 16 Mayo 2014

 

MALDITOS HIPSTERS
La manipuladora cultura del trabajo
Luis Valdez

Monterrey.- Los norteños no tenemos cultura, porque no tenemos tiempo libre. La mentada “cultura” del trabajo, ese orgullo de que jale es jale, ha hecho ricos a muy pocas personas, en cuyos funerales convocan hasta al presidente de la república. Los demás no tenemos nombre. Sólo somos números de registro que igual entra o sale de la una triste nómina que amarga la existencia y el carácter de los que trabajan en la oficina de contabilidad.

Además, si un empleado, es decir un número (porque no tiene nombre y su apellido no es importante ni aparece en los suplementos sociales del periódico) incomoda a los dueños o socios de la empresa, pues hay que sacarlo como se saca a una garrapata de entre el pelaje y la piel de un perro.

Claro que eso incomoda al animal grande y hasta le quita un poquito de sangre, porque el bicho se aferra a que no le quiten la comida de la boca. Pero si hay que pagar con tantita sangre, le resulta mejor que cargar con la misma garrapata por mucho tiempo.

En poco tiempo ya no se acordarán de la garrapata, porque a final de cuentas era de otra especie y hay niveles.

A los empleados que son malabareados entre horarios de día, tarde y noche, se les inculca el concepto de calidad en el trabajo. ¿Al trabajo ajeno, quieren decir? Es un orgullo levantarse a las cuatro de la madrugada para ir a trabajar mientras el jefe y sus hijos se levantan a las nueve? ¿Ha pasado usted por Calzada del Valle en las mañanas? Todavía hasta las 11 de la mañana hay gente rubia trotando despreocupadamente. No se les ve ninguna prisa por llegar a la oficina. Claro, porque ellos tienen un guarda, una secretaría, un asistente y un contador administrador que bien les puede hace el trabajo desde temprano.

“Mi empresa es mi vida”, diría el socio o el dueño. Por supuesto que lo es. Ahí está su dinero. Se despierta y se duerme pensando en dinero, a sabiendas de que disfruta del mismo. Bebe martinis hablando de negocios, contrata escorts hablando de negocios, viaja a Cancún o a Nueva York y en el avión, en el penthouse, habla de negocios. Su vida son negocios. ¿Acaso no es un negocio cuando nosotros vamos al depósito de la esquina a comprar una caguama? ¿Acaso no se habla de negocios cuando un tipo que va a teibol le pregunta a la chica cuánto por tres canciones en el privado?

Pero hay de negocios (los de ellos) a negocios (los nuestros). Los dueños de empresas, incluso los mismos empleados inflados por un puesto de mayor jerarquía que el tuyo, se desentienden de lo que tú tengas que pasar si te quedas sin trabajo, del trato que el seguro social le da a tu familia, de que haya incentivos para el apoyo a la familia del empleado.

Han terminado esos días en que para la posada navideña, la empresa contrataba al payaso de moda y regalaba juguetes de marca. En el que el apoyo para transporte realmente era un apoyo y no 30 pesos por mes. Cuando los talleres y cursos realmente eran para nuestro desarrollo personal y no para cuestiones de calidad en el trabajo.

La cultura del trabajo fue inventada para que los dueños de las empresas (no los empleados) ganen más. Si el jefe te consigue un curso, estás obligado a trabajar más y mejor. Si el jefe te paga cada quince días, debes agradecerle; si vas a pedir tus vacaciones anuales, debes pedirlas como un favor. Si esperas que te paguen horas extras, reza para que te las paguen y no te las hagan de agua o hasta te griten diciéndote que ya no te van a hacer más favores si te estás atreviendo a cobrarles horas extras.

¿Qué tan humano es un trabajo administrado por humanos?

No se infle el pecho de orgullo ni se jacte de ser muy chambeador en un lugar donde otros se hacen ricos, y usted sigue ganando lo mismo en un país donde cada año el dinero rinde menos.

Por favor, no nos hagamos a la idea de que podemos ser felices sólo con carne asada y juegos de futbol.

 

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