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1581 19 Mayo 2014

 

Arellanes: entre la obsesión y la histamina
Hugo L. del Río

Monterrey.- Margarita Arellanes está obsesionada con ganar la gubernatura. Está bien: es una ambición lógica y legítima en una persona dedicada a la política. Si se cumple su sueño, tendrá que violar su promesa de cumplir el trienio pero, ¿quién confía en las promesas de los políticos?

Lo malo es que la alcaldesa equivocó el rumbo. Descuida su verdadera tarea, que consiste en hacer hasta lo imposible por imponer la ley y el orden, tapar baches, reponer luminarias, pavimentar calles, reorganizar la circulación vial, mandar retirar la basura, cuidar las pocas plazas públicas que tenemos y, en general, volcar sus esfuerzos hacia el objetivo de hacer de Monterrey una ciudad a la altura del ser humano. La presidente (no es presidenta; aquí se aplica la regla del participio activo: las palabras que terminan en “ente” son de género neutro: Fox decía  la gerenta, la estudianta; pero bueno, Fox es Fox) no está cumpliendo con esas funciones.

Alguien dijo que Monterrey da la impresión de ser una ciudad saqueada por los ejércitos de Atila. Lamentablemente, es cierto: la exageración es mínima. Sor Margarita reparte mochilas, uniformes y comida entre niños de Primarias; lleva despensas a algunas colonias populares; acaba de presentar en el Congreso una iniciativa para que los estudiantes de cualquier nivel no paguen pasaje en el transporte público. Y, hasta hace poco, my poco, protegía al rey de los casinos. Ninguna de estas actividades es propia de la autoridad municipal.

La secretaria de Educación, Juana Cavazos –quien tampoco es Ángela Merkel– ya se ha deschongado dos que tres veces con Madame Vuitton, pero la panista sigue adelante con lo que tal vez considera que es su deber evangélico. Tengo que reconocerle mucha histamina a la llavera de Cristo. Se da tiempo y energía para pelear contra el gobernador, contra la señora Juana y en contra de quien se le ponga en el camino que la llevaría al palacio de cantera. Para lo que no tiene tiempo ni energía es para gobernar la ciudad.

Hemos tenido alcaldes buenos (muy pocos), alcaldes malos (casi todos) y alcaldes peores. En mi opinión, Arellanes pertenece a esta última categoría. Si la jefa del gobierno municipal no puede ni siquiera sacar de la calle a los puesteros; si es incapaz de reordenar el tránsito de automotores; si ni siquiera paga el agua –con lo que perjudica a cientos de familias que dependen de tomas colectivas–, ¿cómo puede aspirar a la administración del estado? Es cuestión de claridad mental.

La gobernanza de Nuevo León es bastante más complicada que el manejo gerencial de Monterrey. Y si Margarita no puede con la metrópoli, ¿cómo diablos va a gobernar la entidad? “Conviene más no retar a la fortuna, sabiendo cuán vacilante y caprichosa es”, escribe Maquiavelo.

hugoldelrioiii@hotmail.com

 

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