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1592 3 Junio 2014

 

Abdicación de Juan Carlos
Hugo L. del Río

Monterrey.- La monarquía es, simplemente, un sistema de gobierno, como lo es la República. Una y otra en ocasiones funcionan bien. Y a veces ambos esquemas fracasan. Juan Carlos de Borbón le dio estabilidad, paz y un muy aceptable nivel de progreso a la España que salía moral y físicamente depauperada de 38 años de franquismo.

Vi al rey en TV el 23 de febrero de 1981, cuando el coronel Tejero, a punta de pistola, se adueñó del Parlamento y tomó como rehenes a los legisladores. Tejero no estaba solo. La división acorazada Brunete, destacamentada en las goteras de Madrid, al igual que muchas otras fuerzas de los tres servicios, estaban preparadas no para tomar el poder, sino para destruir las estructuras de la naciente democracia. Los militares y sus aliados civiles le ofrecían a Juan Carlos el poder absoluto. Y el rey les dijo que no. Apareció en las pantallas de todo el mundo, con uniforme de capitán general del Ejército; anunció que el edificio legislativo estaba sitiado por tropas leales, desautorizó a los aspirantes a golpistas e hizo saber, de manera inequívoca, que reinaría para todos los españoles dentro del marco constitucional.

España entró en un período de libertad, paz y desarrollo como nunca lo había tenido en su Historia. Ya no se repitió aquel terrible axioma de Mariano José Larra: “aquí yace media España. La ha matado la otra mitad”. Los españoles más o menos toleraron los errores políticos de Juan Carlos, sus devaneos carnales, su proclividad a hacer negocios –The New York Times estima la fortuna de la familia real en dos mil 300 millones de dólares–: la crisis no afectó el prestigio personal del Borbón.

Pero un rey no puede hacer el ridículo. Su safari en Botsuana fue un desastre. Para empezar, financió el viaje el magnate sirio Mohamed Eyad Kayali, uno de sus socios en negocios no muy limpios. Juan Carlos se olvidó de los elefantes que iba a cazar. Su interés era estrechar las relaciones hispanogermanas. La novia tudesca lo esperaba en la cama. Y hete aquí que en la calentura africana el rey tropieza, cae y se rompe la cadera. Toda España se rió de él. Pendejo y  cachondo vejestorio, fue lo menos que le dijeron.

Luego vino el escándalo de su hija Cristina y el yerno, Iñaki Urdagarin: metían la mano hasta en las alcancías escolares, con lavado de narcodólares y todas esas linduras. Habla bien de la justicia española el proceso que les abrieron a la hija de Juan Carlos y el marido. Pero el desgaste fue tan irremediable como irrevocable. Sólo el 32 por ciento de los españoles se sienten identificados con el rey, en contraste con un 70 por ciento que ven con buenos ojos al sucesor, Felipe príncipe de Asturias, de 46 años, casado con una periodista divorciada.

El Centro de Investigaciones Sociológicas de Madrid dice que el 36 por ciento de la población está a favor de la República. “Es inconcebible, en el siglo XXI, seguir hablando del derecho de sangre”, declaró Cayo Lara, coordinador general de Izquierda Unida.

Los partidos y agrupaciones izquierdistas pidieron un referéndum para que el pueblo decida qué clase de gobierno se quiere dar. Y citaron a los militantes para que salgan a la calle a manifestarse. Algunos de los países más prósperos y con mejor nivel de vida son gobernados por reyes o emperadores. Inglaterra, Japón, Holanda, para mencionar unos cuantos. Y muchas Repúblicas están en ruinas.

La abdicación de Juan Carlos, escribe Giles Tremlett en The Guardian, de Londres, es “un final humillante”. Será, pero en el 81 Juan Carlos hizo historia. Y con todo el deterioro de su imagen aun ahora prefiero a un rey como Juan Carlos sobre un Presidente como Peña Nieto. Los españoles tienen mejor nivel de vida y más libertades que nosotros: viven en la España de Cervantes y Unamuno, no en la España, ya muerta, de Franco. Se escucharán cuchufletas contra todos los Borbones habidos y por haber, pero ya no tronarán los fusiles. Con su economía maltrecha y todo, España es una gran nación y un ejemplo a seguir.

hugoldelrioiii@hotmail.com

 

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