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1597 10 Junio 2014

 

La sonrisa de Siqueiros
Ernesto Hernández Norzagaray

Estamos armados para darles en la madre
a esos cabrones que rompen la paz de nuestras familias.
J.M.Mireles

Mazatlán.- El pasado 28 de mayo se celebró el Primer Encuentro Nacional de Autodefensas Ciudadanas en el Polyforum Cultural David Alfaro Siqueiros. En ese lugar emblemático de la izquierda han ocurrido grandes acontecimientos políticos nacionales. Y esta vez no fue la excepción.

Por supuesto no se trata de una presentación donde las banderas revolucionarias ondeaban en ese gran escenario, sino donde la metáfora plástica de la Marcha de la Humanidad extiende sus manos y desliza un nuevo movimiento social de alcances insospechados.

Estaban en el presídium una diversidad de personalidades políticas y sociales, entre las que se encontraban las de José Manuel Mireles e Hilario Mora, de los grupos de autodefensas michoacanas; el obispo Raúl Vera y el sacerdote Alejandro Solalinde, el ex gobernador bajacaliforniano Ernesto Ruffo Appel, el general disidente José Francisco Gallardo, el poeta Javier Sicilia  y el académico, ex consejero electoral del IFE y ex diputado federal, Jaime Cárdenas.

A todos ellos los une el propósito de generar un gran movimiento ciudadano en contra de la violencia del crimen organizado y de paso contribuir al restablecimiento de los valores de verdad, justicia y razón, que es una crítica a la simulación del gobierno federal, a quien exigen congruencia entre el decir y hacer.

Antecedente
Los grupos de autodefensa ciudadana si bien surgen en medio de la duda sobre su legitimidad, ya que recuperando la experiencia que tuvo este tipo de armados en Colombia, más de alguno, entre los que me cuento, pensaban que el fenómeno social si bien era producto de la falta de gobierno y políticas públicas ineficaces, no justificaba la presencia de esos grupos armados.
Exigían, en todo caso, que el gobierno asumiera su responsabilidad de garantizar la seguridad que exigían los michoacanos con y sin armas.  

Y es que, en Colombia recordemos esto derivó en los primeros años de esta era en grupos paramilitares que terminaron convirtiéndose en un poder paralelo y llegó a tener capacidad de influencia en los poderes públicos, lo que socavo las instituciones.

Esto que representó un escándalo político en ese país sudamericano, observamos que podría replicarse en nuestro país en forma exponencial ya que la violencia criminal se extiende por el territorio nacional incluso allende las fronteras.

Así como algunos líderes de autodefensas de Michoacán señalaron que grupos criminales contrarios a la familia Michoacana y los Caballeros Templarios, se acercaron con el fin de brindar un apoyo que rechazaron porque no estaba en su agenda coludirse con ninguno de estos grupos (cosa que en Colombia no sólo se hizo, sino que llegaron a ser un poder en algunas regiones).

Incluso, líderes templarios como Servando Gómez Martínez, La Tuta, o el Profe, señaló repetidamente que el problema violento en Michoacán tenía que ver con la presencia del Cártel Nueva Generación que disputaba un territorio con dueño.

No se puede rechazar tal planteamiento sobre todo cuando muchos de los jefes del crimen organizado han caído presos o abatidos por las balas y esto ha agudizado un problema de fragmentación con la proliferación de células que como dice Edgardo Buscaglia, asesor de Naciones Unidas, han escalado a 24 tipos de delito, que constituye el universo criminal y que va mucho más allá del tráfico de drogas.

Gracias a este proceso de multiplicación, han emergido nuevos capos quizá sin tanto poder, como los desaparecidos de la escena, pero sí bastante ambiciosos y dispuestos a ejercer la violencia en sus áreas de influencia.

Eso explica lo que hoy sucede en varias regiones del país, donde hay interesados en reacomodar las piezas del ajedrez criminal, ante gobiernos débiles o con agentes políticos en abierta connivencia.

Entonces, en este escenario, ¿qué lugar ocupan los grupos de autodefensa legítimos? Aparentemente ninguno. A no ser, defender a sus comunidades y familias de los ataques de cualquier grupo criminal; y ahora, para complicar la situación, la acción gubernamental que busca desarmar y convertir a los miembros de grupos de autodefensa en policías rurales.

No está mal la decisión de institucionalizar la defensa de las comunidades abatidas por la violencia; sin embargo, el desarme o la transformación de sus activos en policías rurales, dice José Manuel Mireles, debe pasar por el cumplimiento de los compromisos que el gobierno federal estableció con la sociedad michoacana: liberar a todo el estado a las células del crimen organizado, restablecimiento del Estado de derecho, la liberación inmediata de los autodefensas, detenidos por portación de armas de fuego y su incorporación a las Fuerzas Rurales Estatales, que está conformado por una parte del movimiento armado.

Movimiento político
Evidentemente, este movimiento de autodefensa, ha despertado no sólo sospechas sino simpatías entre mucha gente que está harta de la violencia que ocurre cotidianamente en sus ciudades y comunidades. De la violencia contra sus familias, bienes  y su tranquilidad. De la ausencia de gobierno.

Sin embargo, un sector de  la gente tiene sus dudas sobre la  efectividad de que la violencia se resuelve con más violencia. Y eso incluso, lo entienden muchos de los armados que han tenido que pasar del confort cotidiano a tomar las armas para defender a sus familias de los abusos de los grupos criminales. (Un ejemplo de esos abusos, son las 360 niñas de aproximadamente 11 años del pueblo michoacano de Tepalcatepec, que se convirtieron en madres prematuramente como resultado de las violaciones de los delincuentes. No es casual entonces que en ese pueblo de Tierra Caliente hayan surgido del dolor y la impotencia los primeros grupos armados de autodefensa.)

Y este desafío, ha creado a todas luces dos corrientes que no son excluyentes sino complementarias: los armados, que permanecen en sus comunidades y que defienden territorio y familia, y los que apuestan por la vía política.

Justamente, ese fue el sentido del Primer Encuentro Nacional de Autodefensas Ciudadanas; se trata de convocar a figuras claves y poner sobre la mesa los temas sustantivos de verdad, justicia y razón, en un momento en que el país domina la frivolidad, la chabacanería y el oportunismo.  

Es otra forma de hacer política distinta a la convencional, es la mejor forma de hacer política con valores y por encima de anagramas partidarios. Su inspiración no se encuentra en los prohombres nacionales, sino en las luchas por la dignidad que han sostenido este y otros pueblos.

Hay una reivindicación histórica de las luchas que están más allá de un puesto público y un bolsillo lleno. Pretende bajo esas tres palabras movilizar a los mexicanos que sufren y están hartos de vivir en medio de la violencia. Es la continuación de otras luchas ciudadanas que han sacudido conciencias adormecidas por la TV o ese individualismo que carcome hoy al tejido social.

Es el holograma que reúne en una sola pieza, la mano inmensa de esa gran obra plástica que es La Gran Marcha de la Humanidad, del “Coronelazo”, como se le llamaba a David Alfaro Siqueiros; está sintetizada la esperanza de un México mejor, por encima de doctrinas y colores partidarios, quizá eso sea porque la mayoría de ellos están más allá de ambiciones políticos personales.

Es un cuadro ético, que le falta mucho a nuestro país y su presencia en ese  escenario lleno de metáforas proyecta una mayor, que es la de un México desgarrado por la inseguridad y la violencia.

Quizá, por eso, la sonrisa cómplice de Siqueiros.

 

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