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1609 26 Junio 2014

 

Puto yo
Joaquín Hurtado

Monterrey.- Puto: apenas dos sílabas de pródiga economía verbal. Labia menor de consonante obstruyente y dientes ensalivados prestos a la mordida y al vejamen. La P y la T son consonantes sordas, casi mudas, casi fósiles, apenas resurrectas por el calor vocálico de una O rotunda, donosa, mujerona;  y una U columpiadita, humillada y culipronta.

Explota la semántica y lanza por doquier variopintas hermenéuticas del vocablo maldito. Puto es el mariachito que se ayunta con múltiples caballeros; puto quien colecciona damas como estampitas, putas todas ellas por supuesto. Puto el quebradito del barrio que no tuvo más destino que una peluquería piojosa con anuncio deslavado: “se ponen uñas de acrílico”.

Puto el santurrón multiorgásmico que no sostiene la erección del miembro sacrosanto. Puto el cura comeniños. Puto-pinche-ojete el jefe que me acaba de correr del jale. Puto mi abuelo, que le metía mano a mis hermanitas. Putos todos menos yo y mi Judas santito. Puto el güey que se pone chicheros en su cuenta de Feisbuk.

Puto el enemigo de la patria humana y generosa que le ensancha el culo a los políticos rateros. Puto el mugrero. Puto el que se raja como las viejas. Puto el que no mira por sus padres limosneros. Puto el presidente. Puto yo que nací puto. Puto mi amante que se murió de sida y vergüenza.

Aprieta los labios, sostente, joto niño, Joaquincillo, cuando en la larga calle de tu paterna casa la canalla te grite ¡puto!, nomás para curarse del sol cabrón y de tu negativa vicaria a jugar futbol en los llanos alunizados de la Azteca.

Y luego dicen que en los estadios, templos borrachentos del dios Bola, hay que alcahuetear a la masa maricona, agazapada en el rebozo del anonimato, cuando le sorraja al jugador del equipo contrario el mismo cobarde navajazo ¡puuutooo!

Quiero ver el encuentro entre la selección nacional y el escuadrón holandés en el mundial brasilero. Quiero ser testigo de la debacle de esta mi patria tullida y matraquera. Deseo que pierdan los mayates mexicas ante los poderosos arietes de aquel país de tulipanes delicados, donde conocí el amor de recios varones y vergudos piratas de arracada. Donde marché codo a codo con la jota reina Beatriz y su séquito de marimachas. Donde fumé mota sin la culpa de cienmil cadáveres de una narcoguerra que ahora, milagros de la amnesia hipócrita y convenenciera, ya nadie recuerda.

Que me griten puto y traidor por desear el fracaso del balompié nacional. Qué más da. Que los verijones y palurdos paguen con sus cuitas y decepciones lo ranfla de su orgullo patriotero. Que sus mujeres los aguanten cuando lleguen a casa babosos y lloricones. Chillen, cabrones. Y díganle a sus putitos compadres, de una vez por todas, que con los putos no se metan... o nos los metemos.

 

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