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1651 25 Agosto 2014

 

Adolescentes versus maduros
Eloy Garza González

San Pedro Garza García.- No es en la infancia sino en la adolescencia cuando nuestra mente desarrolla la capacidad de tomar decisiones, frenar actitudes temerarias y controlar los instintos básicos. Esto se debe a que durante la adolescencia se transforma nuestra corteza prefrontal. Durante la adolescencia también evolucionan las regiones cerebrales utilizadas para la interacción social.

En un partido de futbol, por ejemplo, un gol fallido de Tigres genera gestos muy similares entre la joven afición: gruñidos, manotazos y ceños fruncidos son elementos automáticos, instintivos de empatía social; señas de identidad colectiva.

Lo más interesante es que la corteza prefrontal, sobre todo en su región mesial, se activa en la adolescencia y se reduce en la madurez. Por eso los jóvenes son más sociales que los adultos, más apegados al grupo y a su comunidad. Jóvenes y adultos son diferentes en sus respuestas de decisión colectiva: los adultos dejarán de ser tan solidarios y tan apegados a los demás porque en la madurez la disminución de la corteza prefrontal mesial nos conduce a ser más egoístas y a vivir en introspección, con nosotros mismos.

De igual forma, la gente mayor corremos menos riesgos. Cuando conviven en grupo, los adolescentes suelen ser más audaces y a veces incluso suicidas. El trasfondo de este comportamiento fisiológico es querer impresionar a los demás, impulsados por su sistema límbico, más hipersensible a su edad que a la nuestra y que procesa emociones y brinda aparentes recompensas como “disfrutar el momento”. Tras el paso a la edad adulta, el sistema límbico se estabiliza y dejamos de correr riesgos “gratuitos”.
    
Al mismo tiempo, esta disminución de la masa de corteza prefrontal nos vuelve a los adultos más ligeros de humor, se reducen nuestros ciclos de mal genio, y eliminamos tanta carga de vergüenza, como sí la sufren los jóvenes.

No tienen aquí mucho que ver los hábitos, ni la de educación; es un asunto fisiológico. No condenemos pues a los adolescentes por ser atrabancados porque sería como reprocharles su corteza prefrontal mesial, o criticar su sistema límbico.

 

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