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1673 24 Septiembre 2014

 

 

MALDITOS HIPSTERS
Cómo se hace un poeta pop
Luis Valdez

Monterrey.- El jueves pasado me tocó leer en un ciclo literario con un joven poeta que estudia letras. Nos hicieron responder las preguntas “¿Por qué escribo?” y “¿Para qué escribo?” Ante mi comentario de “por qué secundar o validar a un joven poeta”, concluimos el organizador y yo en que era meramente un truco de provocación, porque en el territorio literario regional “Todo es un truco”.

Lamentablemente el joven poeta (o sea Juan Manuel Zermeño), encontró estos comentarios ya días después del evento, al cual ni siquiera fue demasiada gente. “Fueron las cuatro personas que invité”, argumentó. Ya es un logro que asistan cuatro personas invitadas en un espacio donde no hay cerveza ni dejan fumar. Por mi parte también asistieron algunos invitados, pero no es de los invitados de lo que trata este texto, sino del bullying en el que lamentablemente desembocamos, cuando el joven poeta simplemente no entendió (o quiso que le aclarara) mis comentarios engreídos y sobreactuados de narrador amargado sin premios universitarios, estatales ni regionales.

Es decir, que como narrador sí tengo todas las excusas para ser un amargado que de vez en cuando sufre de estreñimiento y pesares gástricos por culpa de la literatura local, que en su mayoría es “puro pedo”. No nos dará ni fama ni dinero ni un premio Nobel, porque puede que nos falte no una tragedia nacional (de esas sobran), sino de corte mundial. Escritores de rancho y hombres del desierto, nos vemos tarde o temprano al espejo y no encontramos más que escritores y editores de fama regional, monstruos de culto que nunca salimos del corral. Hambrientos engolosinados de grupis que sólo son grupis si están en su primer taller literario.

¿Hay que darle valía a los jóvenes escritores? Siempre. ¿Es escritor sólo el que tiene libros? No lo sé de cierto, porque la Lorena Sanmillán, maestra intelectual de Zermeño, ¡nunca! publicó un libro (pero bien que le gustaba gritar como un Pancho Villa en los talleres literarios). ¿Me cae bien Juan Manuel Zermeño? Claro que me cae bien, aunque sigue sin parecerme un punk. Pero tiene buenas propuestas en su poesía. Sólo debe entender dos cosas:

1.- Obtener un premio (o dos y una mención honorífica), no es lógicamente tan complicado como ganarse el Premio Carmen Alardín (no cuestione al jurado, no sea menso).

2.- Tener enemigos en la facultad, ¡no! significa tener enemigos literarios. Cuando me refiero a eso, a manera de consejo para mi estimado poeta joven: que hay que tener enemigos para madurar, no me refiero a estudiantes por enemigos, sino a vérselas con esos detestables fulanos que van a cafés y bares a presumir sus publicaciones en revistas locales o su editorial artesanal.

Así que ofrezco mi disculpa y de mi parte la de amigos como Arcadio Leos, José Julio Llanas y sobre todo un lector voraz y sicario como Juan Carlos López, que quizá por divertirnos y escribir lo que pensamos, inevitablemente arrastramos a un desconcertado (y bien intencionado) Zermeño a nuestro Teatro Mágico –sólo para locos–, donde lo que abunda es la exigencia literaria, la crítica (con criterio lector, claro) y una sarta de reproches, eso sí, reproches fuertes que podrían asustar el ingenuo aletear de mariposas monarca de la poesía, pero no seguramente a un poeta joven como Zermeño, que me cae todavía mejor ahora (que aguanta vara) y espero algún día sea más punk y menos pop.

 

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