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1674 25 Septiembre 2014

 

 

César Camacho y su triste misión tricolor
Eloy Garza González

San Pedro Garza García.- César Camacho, jerarca nacional del PRI descarta la posibilidad de un dedazo en la elección interna del candidato a gobernador en Nuevo León. Contra los fetichistas de la imposición, se pronuncia por la democracia interna, esa nueva “cultura política que vive en PRI en el siglo XXI”. La declaración de Camacho se ajusta a los viejos códigos, la retórica que no significa nada, las frases hechas y la terminología gastada, que sirvió como seña de identidad del PRI por décadas.

Ahora, el líder del PRI proclama los nuevos tiempos, el parto de los montes, usando los mismos códigos, igual retórica y frases similares de la cultura política que mamaron los hijos y nietos de don Plutarco Elías Calles (fundador del actual sistema político mexicano, para quienes no conozcan la moderna historia patria).

El problema es que, para mantener la “unidad interna” –ese mito genial de los mandones del PRI–, la elección interna de su candidato apelará a aquellos códigos tradicionales porque es lo que les ha funcionado. Así de simple. Y apenas se postule el flamante gallo tricolor para gobernar estas tierras, los demás aspirantes se sumarán al ungido con una disciplina castrense (y castrante) luego de las respectivas negociaciones confidenciales de prebendas, ventajas y dinero contante y sonante. Todo a la vieja usanza, para que siga la mata dando y la yunta andando.

El caso es que esta práctica priista de rancia prosapia suele acompañarse por aquel lenguaje peculiar, ideológico y casi místico, al que don César es tan afecto. Porque sin liturgia no hay ritual. Y sin buen decir no hay buen hacer. Y sin rollo revolucionario no hay dedazo que se justifique retóricamente. Con el problema de que ahora, los imberbes gobernantes de varios estados han dejado de lado la liturgia para acometer sólo la práctica; han olvidado la ideología para ejercer sólo las mañas, han desdeñado el rollo casi místico (que tan bien conoce don César ) para ejecutar el simple dedazo a lo bruto.

Despojado de sus máscaras ideológicas, queda el autoritarismo expuesta y al desnudo. Que un gobernador del PRI suelte en la Ceremonia del Grito de Independencia tantos nombres de héroes sin ton ni son y que otro gobernador envidie a don Porfirio por gozar más de 30 años de las mieles del poder, es dejar la liturgia para oficiar la pura prepotencia. El poder por el poder. La función pública como capricho de juniors desbocados. Con estos operadores estatales, don César Camacho tendrá que cumplir el enrevesado mandato de ungir al dedeado por su jefe. Y legitimarlo socialmente le será más difícil que mantenerse seco en medio de un chubasco como el que anegó Monterrey hace unos días. Que Dios lo agarre confesado.     

 

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