El enigma del topo
Eligio Coronado

Monterrey.- En opinión del escritor mexicano Orlando Ortiz, la primera narconovela conocida fue Diario de un narcotraficante, de Ángelo Nacaveva (editada en México por Costa Amic en 1967). Y que algunos libros “se apuntan como ficción del género negro o policíaco; otros como crónicas o investigaciones periodísticas o agudas tesis a propósito del problema.” (Ver “La literatura del narcotráfico”, en: http://www.jornada.unam.mx/2010/09/26/sem-orlando.html.)

En esta corriente del género policiaco se alinea El enigma del topo*, novela de lectura rápida y lenguaje práctico del actual embajador de Ecuador en México, Patricio Alfonso López Araujo (Riobamba, Ecuador, 1946), donde un ingeniero belga, de paseo en Quito, es enganchado para incorporarse al cártel colombiano de los hermanos Girales, como manejador de la organización con control absoluto y licencia para matar, mientras dichos hermanos (Pedro y Antonio Girales) apoyan obras benéficas por cuestiones de imagen.

Un mes después, el mismo contratante del ingeniero, ya apodado El Topo, adquiere los servicios del quiteño Fermín Ayora, para administrar las inversiones del cártel. En la primera oportunidad que tiene, El Topo hackea la computadora de Ayora para espiar sus movimientos, pues no confía en nadie.
Ayora sugiere invertir en la financiera del Dr. Luis Ángel Cárdenas Rosado (de Quito), pues tiene problemas y al recapitalizarla con siete millones (más tres que ya tenían allí) la fortificarán y les servirá para lavar dinero sin problemas, ya que los paraísos fiscales cada vez son menos seguros.

Todo parece marchar bien para este cártel colombiano, si no fuera por la ambición de estos dos nuevos miembros: Ayora y El Topo. El primero cede a la oferta de Jack Garzón, agente de la DEA, quien le ofrece: “A más de la inmunidad, te proporcionaremos una nueva identidad y papeles de residencia en Francia (…) y, para redondear, te harías acreedor a la recompensa de un millón que permanentemente mi gobierno ofrece al que entrega información vital para la seguridad nacional.” (p. 90.)

Este será el detonante que provocará el derrumbe de dicho emporio delictivo. Enterado El Topo, maquina las muertes de Ayora y los hermanos Girales. Primero Ayora, a quien le envía una muchacha para que lo seduzca y mate: Camila Badillo: “Sonreída y coqueta, le da un largo beso en la boca. (...) Luego (…) extrae (…) una pistola Beretta de 9 mm con silenciador. (…) y sin que la sonrisa se borre de sus labios, le coloca a Fermín una bala en medio de la frente.” (p. 124.)

A los hermanos Girales les pide que se refugien en una finca que tienen: “me permito aconsejarles que ustedes dos se vayan mañana a la florícola y se queden allí descansando por unos días, por lo menos hasta que yo regrese y monitoree de nuevo la situación.” (p. 140.) Luego denuncia su paradero, según se deduce más adelante: “no toda la gente de los Girales murió en el tiroteo. Hay uno que sobrevivió. No sabe cuál. Eso no estaba previsto.” (p. 173.)

En su huida a Ginebra, con su amante María Esther Cárdenas (hija menor del financiero Luis Ángel Cárdenas Rosado), El Topo se lleva más de treinta millones de dólares, pero el sobreviviente de la balacera donde murieron los Girales revela algunas pistas que, aunadas a posteriores deducciones e investigaciones, conducen a la ubicación de El Topo (ya identificado como André Duval) en Chamonix, Francia, a los pies del Mont Blanc, donde muere al enfrentarse a la policía.

Otros personajes destacados en esta narconovela son: Gabriel Tomás Sánchez (periodista que publica dos artículos sobre los hermanos Girales y que es manipulado románticamente por María Esther Cárdenas para obtener información de lo que sabe acerca del cártel colombiano y de El Topo) y Ramiro Recabarren Ricaurte y Jairo Londoño, jefes policiacos de Ecuador y Colombia, respectivamente, que suman sus esfuerzos para resolver este caso.

* Alfonso López Araujo. El enigma del topo. Quito, Ecuador: Edit. El Conejo, 2013. 215 pp.