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1688 15 Octubre 2014

 

 

ANÁLISIS A FONDO
No más noches de Tlatelolco
Francisco Gómez Maza

 

Ciudad de México.- Masacre en Tlatelolco, represión fatal el Jueves de Corpus, refugiados de Guatemala, masacre de Aguas Blancas, asesinatos en Tierra Caliente, Chiapas, Lomas Taurinas, terremotos del 85, y tantas historias de sangre derramada, de dolor y llanto en la vida de un reportero. Este escribidor creía que había perdido la capacidad de asombro. Y ahora, la ejecución de 22 presuntos criminales a manos de militares, y la desaparición de 43 jovencitos que lo único que hacían era expresar, en Iguala, su ardor de jóvenes, su indignación, su descontento, como todo joven de su edad…

Y la capacidad de asombro del reportero, que se creía perdida, se agranda. Indigna lo que está ocurriendo en esta geografía de la desesperanza.

Todo, y no es exageración, está hecho trizas. No hay ya a dónde arrimarse. Mucha gente creyó que el Partido de la Revolución Democrática era una alternativa. Pero ya vimos que no. Que está en manos de pillos, gandallas, fascinerosos.

Les queda Morena a la gente pobre que lo que más le interesa es lograr un terrenito para levantar ahí una pobre vivienda. Pero es también engañada. Ya hemos visto que a Andrés Manuel López Obrador lo único que le interesa es medrar con la bandera de puro, del único puro frente a la “mafia del poder”, cuando calla ante la barbarie perpetrada por la izquierda partidista. Y calla porque una de las instituciones que él mandó al diablo en el 2006 ahora lo reconocer como partido político, le da carta de naturalización, y mucho dinero, y él está gozando de las prerrogativas legales, que no por ser legales dejan de ser sucias.

A dónde vamos como sociedad, cuando hace dos años nos liberamos de un gobierno fascista, el de Felipe Calderón Hinoosa, que sólo privilegió la violencia y la mortandad de mexicanos. Y engañó a todo el mundo con su carita de yo no fui.

Hoy, la situación social, política y económica está peor que nunca. Lo social y lo político han hecho agua en Guerrero y el estado de México. La incapacidad gubernamental para prever, a sabiendas, lo que puede ocurrir, porque las agencias de inteligencia lo investigan con tiempo,

Lo que ocurrió en Iguala era previsible. Todo mundo sabe que Ángel Heladio Aguirre Rivero, el desgobernador de “izquierda”, es de la peor estirpe represora y él fue quien ordenó reprimir para evitar que los normalistas entorpecieran un acto en el que la primera dama de Guerrero iba a lucirse.

Barato le salió el incendio en el palacio de gobierno en Chilpancingo. Lo quemado no vale 43 jovencitos en la flor de la edad desaparecidos y, con toda seguridad, ya asesinados por la sevicia del crimen organizado y del cuerpo de policía municipal.

Y todo estalló porque ni el PRD, ni el gobierno federal, actuaron. Obviamente que el PRD, en manos de  fascinerosos revestidos de dirigentes, difícilmente iba a actuar en contra de alquien que los maicea cotidianamente.

El gobierno federal, sin embargo, que es la máxima instancia “federal”, de una federación de estados, tampoco ha actuado con congruencia ni en el caso de Guerrero, ni mucho menos en el de Tlatlaya. Ángel Heladio no debe permanecer ni un minuto más a la cabeza del gobierno guerrerense, so pena de que el descontento estudiantil y magisterial sea rebasado por las catervas de excluidos, marginados, empobrecidos de ese estado que todo político confunde con Acapulco en donde coexiste la lujuria turística con la estrema pobreza de los cerros.

El presidente Peña Nieto está dejando ir la gran oportunidad de su vida de gran estadista. Michoacán es un ejemplo. La crisis política, la violencia criminal, no se vence ni con millones de pesos, ni con millones de balas, ni con todas las cárceles del mundo. Hace falta algo más que eso: imaginación para darle la vuelta al dia-bólico estado de violencia.

Es pregunta: ¿Estamos a punto de un vacío de poder no sólo en Guerero, sino en todo el país? Espero que no. Que Peña Nieto se libere de asesores balines, grises, mediocres, y retome su papel de presidente de la república, de estadista, del presidente demócrata que el dijo que quería ser ante los mexicanos.

Decíamos ayer que la bomba estallaría por el lado más flaco. Y este lunes estalló en Chilpancingo. Pero el descontento juvenil, muy explicable y que provoca simpatías, no se frena como lo mando frenar el desgobernador neoperredista. Su solución va por un mensaje de esperanza, de confianza, decidido, sincero, claro, nada demagógico del presidente de la república.

Y no dejar nada a la demagogia como ocurrió con las despensas de alimentos que la Sedesol repartió entre los habitantes de La Montaña guerrerse, damnificados por las torrenciales lluvias provocadas por los hucaranes del año pasado. Resulta que los indios de esas zonas viven ahora peor que antes del patético huracán Manuel.

A dónde va a desembocar este torrente de aguas podridas que amenaza con destruir todo a su paso. A donde quiera el gobierno. O a las fosas comunes como las de Iguala, o a un futuro de luz y de prosperidad para todos. En Iguala como en Tlatlaya se tiene que descubrir quiénes son los asesinos y, sobre todo, quién les ordenó disparar contra los presuntos criminales rendidos (Tlatlaya) y quién dio la orden de secuestrar a los estudiantes, matarlos, quemarlos y enterrarlos.

A nadie le conviene, a nadie, volver a aquellas viejas, como la Noche Triste, o la Noche de Tlatelolco.

fgomezmaza@analisisafondo.com
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