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1707 11 Noviembre 2014

 

 

Democracia clientelar
Eloy Garza González

 

San Pedro Garza García.- México es una democracia clientelar. El Estado generalmente quiere quedar bien con todos los sectores sociales a quienes clasifica como clientes. Hace como que nos cobra impuestos, gasta en subsidios ilegales y compensa lo poco que recauda fiscalmente con los ingresos de Pemex.

Así quedamos todos contentos. “Papá gobierno finge que me cobra, no reclamo mucho y sólo estiro la mano”.

Por eso no es raro que la recaudación tributaria en México sea de las más bajas en América Latina (menos del 10 por ciento). Ni que casi 90 por ciento provenga del IVA y del ISR. Y párele de contar. Si caemos en la cuenta de que la media en los países de este continente es de 16 por ciento, entenderá la gravedad de esta incapacidad recaudatoria.

Pero para alegría de todos contamos con los ingresos derivados del petróleo (casi 40 por ciento de aportación al gobierno federal). Sin embargo, de estos recursos extras se gasta poco en seguridad pública, social y en educación. A esos rubros apenas destinamos 26 por ciento de nuestro PIB, frente a 45 por ciento de la mayoría de los países con economías tan grandes como la nuestra.

¿Entonces a dónde va a parar la mayoría de este dinero? Simple: a complacer a los grupos de interés, a favorecer el monopolio de servicios comerciales, partidos políticos, sindicatos charros y a los grandes medios de comunicación. Los sectores económicos se quejan del gobierno, pero todos quieren mamar de su ubre. Y otros sectores denuncian al Estado porque no funciona fiscalmente, pero son los mismos que se quejan porque el Estado no les da. “Como no pago, no reclamo, y sólo estiro la mano”. Democracia clientelar en su máxima expresión.

Sin embargo, aunque el crecimiento de nuestra economía ha sido mediocre, vivimos en una zona de confort. Hasta que cayó el precio del barril de petróleo y de un día para otro los derechos de hidrocarburo se redujeron considerablemente en la contabilidad de los ingresos del gobierno federal. Y los pronósticos para el futuro inmediato han dejado de ser alentadores. Encima, se ha lesionado el prestigio de México en el extranjero por el caso Iguala, ya de por sí deteriorado por los alarmantes niveles de inseguridad.

Con este inesperado desbalance económico el Estado tendrá menos margen para negociar con los grupos de interés, se reducirán los subsidios clientelares y entenderemos por qué un país con baja capacidad recaudatoria es una democracia lánguida, frágil, sostenida con alfileres. “Ahora no pago, sí reclamo, y sigo estirando la mano”. Pensemos en cómo resolver este nudo gordiano a donde nos llevaron tantos sexenios de democracia clientelar.

 

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