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1724 4 Diciembre 2014

 

 

Redentores de Twitter
Eloy Garza González

 

San Pedro Garza García.- Twitter pasó en México de una inicial sensación de libertad a despreciar el sentido común. Parecemos olvidar que esta red social no es más que una empresa privada de microblogging, con sede en San Francisco, California. 

Por un lado, están los tuiteros mexicanos utópicos, jóvenes e idealistas, que depositan sus esperanzas en la eficacia de este medio para desafiar y abrir nuestra sociedad cerrada y tribal. Adjudican a Twitter cualidades casi mágicas para derrotar la maraña de intereses creados. Creen que sus tuits son letales para el corrupto Estado mexicano.

Por otro lado, están los políticos, servidores públicos, funcionarios, legisladores y burócratas que contratan community managers (por lo general geeks con ciertas habilidades cibernéticas) para potenciar sus cuentas a (según ellos), más de 10 mil followers. Así se legitiman como políticos de avanzada, que expanden sus canales de diálogo (ilusos) hasta niveles insólitos de interrelación social (más ilusos). 

Tanto los tuiteros utópicos como los políticos ciber-narcisistas pierden el tiempo: los primeros por soñadores, los segundos por charlatanes. A primera vista, hacer la revolución por Twitter y ampliar a miles de usuarios la red social de un político es una idea brillante y hasta barata. No ocupan pagar publicistas ni invertir en grandes campañas de “posicionamiento” (así hablan ellos) porque basta con abrir su timeline e iniciar un diálogo con los usuarios de Internet sobre cualquier nimiedad.

¿Pero por qué creen los tuiteros utópicos que sus seguidores los acompañarán a la gesta heroica de socavar al Estado mexicano cuando la mayoría se limita a sumarse al “hashtag” de última hora? ¿Y por qué creen los políticos ciber-narcisistas que miles y miles de tuiteros los seguirán en sus tuits gracias a las artes de encantador de un chavo cibernético que les dotará de followers que sólo existen en su imaginación? 

Internet no es más que una plaza pública virtual, un parque, un mercado donde socializar, no una convocatoria a un desfile que marcha marcialmente detrás de un político mediocre, que supone lo seguirán las masas nada más por su linda cara y que tarde que temprano lo volverán un “trending topic”. Tan ridícula es esta falacia, como la otra, sustentada en la idea de que Internet favorece a los oprimidos y que es un comunidad democrática uniformada y homogénea, donde los tuiteros liberales ponen en su lugar a los tuiteros opresores. 

En Twitter los usuarios corren solos, individualmente, por más que se crean acompañados por masas digitales. Así que no hay nada peor que participar en las redes sociales con una desventaja intelectual voluntaria, aunque la desventaja de usar nuestra herramienta favorita nos haga creernos luchadores sociales o líderes posmodernos. Ambos extremos son excesos de una alucinación narcisista y patética.

 

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