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1725 5 Diciembre 2014

 

 

MUROS Y PUENTES
Contra la esclavitud
Raúl Caballero García

 

Dallas.- En San Antonio, Texas, en una parte de los años noventa lanzamos mi compañera (hoy mi esposa) y yo un periódico. Un grupo de amigos se fue incorporando al proyecto.

La sala de redacción era la del departamento que habitábamos. Era un periódico quincenario, tabloide, independiente, alternativo, contracultural, lo que tú quieras, menos conservador. Se llamó El Papel de San Anto.

El recuerdo flota porque en la esquina de un escritorio o de la mesa de formación colocábamos una canastilla-papelera a donde iban a parar boletines de prensa, cartas, postales, faxes, ideas etcétera y ahí se amontonaban todos esos documentos que tenían algún valor, press releases “para difusión inmediata”, con interés pendiente de nuestra parte, los que no merecían ir a dar a la basura; pero al paso de los días se hacía imposible cubrir los eventos que pregonaban ocuparnos de todos, porque llegaban más y más. Alguien propuso eventualmente ir sacando al azar una hoja, alternándonos o simultáneamente y cada cual ocuparse de su contenido decidiendo cada quien si merecía entrevista, artículo, crónica, etcétera.

Era una canastilla similar a esta de donde tomé este informe del que estoy por dar cuenta, y ofrezco disculpas porque luego de entresacarlo de la pila de papeles, afloró aquella práctica sanantoniana y cedí a la tentación de plasmar el recuerdo. Pero ‘ora sí, lo que más importa.

El documento aporta datos sobre los productos y bienes que se producen en el mundo con el trabajo forzado de millones de personas; son bienes que todos consumimos o usamos cotidianamente, nuestras actividades rutinarias son una cortina de humo que sin darnos cuenta nos oculta su procedencia.

Son tan cotidianos que no nos detenemos a pensar sobre su manufactura, no imaginamos lo que hay detrás de ella, pero ahí están los datos de la oficina de Asuntos Internacionales del Trabajo –el Departamento del Trabajo de EU lo recopila de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y variadas dependencias de otros países–, la lista abarca más de cien productos. Desde agropecuarios como café, azúcar, pescado, ganado hasta manufacturas como ropa, zapatos o minerales como el oro, el carbón, los diamantes.

Son 76 los países señalados donde persiste el trabajo forzoso, incluida la mano de obra infantil. El reporte destaca que se violan los estándares internacionales, de ahí que alienten la concientización de la ciudadanía en torno al trabajo infantil, la prostitución, la explotación laboral.

El documento se quedaba en la papelera (hoy virtual, a punto del delete) pero se desprendió del resto y tomó forma en estas líneas que apelan al sentido común, que urgen a informarse. El trabajo forzado es una variante de esclavitud. Ahí está donde se impone la servidumbre y el tráfico de personas, atrapando a millones de seres humanos, siempre victimizando a los más débiles: mujeres, niñas, niños; a los más vulnerables: indocumentados, trabajadores migrantes y personas migrando, mano de obra de pueblos indígenas.

Precisamos decir no a la esclavitud, poner nuestro grano de arena al pasar la nota, denunciar cuando sea posible.

Pero antes de terminar uno se asoma al pozo y sabe que es más profundo y más obscuro. Si uno cree que esos abusos y sometimientos están en el extremo de su crueldad se equivoca, las cosas pueden todavía ser peores.

Si bien todo lo anterior es contable y confrontable, si vemos que las organizaciones internacionales de derechos humanos y la OIT hacen su labor de alerta y conciencia y recomendaciones e imaginamos que algunos funcionarios hacen su trabajo en algunos países y sus legisladores proponen iniciativas de solución, y uno piensa que el proceso que revierta esa terrible realidad se mueve, avanza y que cada día más gente participa en la posible erradicación del horror...

Hey, aún hay más: cada día los trabajos forzados pasan a ser lo peor, lo más temible para millones de niños y niñas y jóvenes, principalmente, pero también adultos de ambos géneros que son forzados a ser delincuentes, a sufrir abusos sexuales, a ser sicarios, a convertirse en asesinos y secuestradores; en sembradores y cultivadores de drogas, en narcos, en mercenarios, en soldados impensables, inimaginables porque están del otro lado de nuestras vidas cotidianas, del otro lado de la cortina de humo...

Y sin embargo todo eso puede sucedernos a nosotros o a uno de nosotros en medio minuto, en cualquier calle, en cualquier momento.

* Escritor y periodista regiomontano; es director editorial de La Estrella en Casa y La Estrella Digital, en Dallas/Fort Worth, Texas. E-Mail: rcaballero@diariolaestrella.com Twiter: @raulcaballero52.

 

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