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1820 17 Abril 2015

 

 

El extraño retorno del ¿panamericanismo?
Alejandro Heredia

 

Monterrey.- Después de siete años de encuentros y desencuentros con la mayoría de los países de América Latina, Barack Obama, en la séptima Cumbre de las Américas, mostró una voluntad política insólita...

Con el fin de bajar el tono de sus desavenencias con los miembros más rebeldes de la región, encabezados moralmente por la Cuba de Fidel, o más bien, de Raúl Castro.

¿Un nuevo ritual de encantamiento por parte del país que sigue inconscientemente el principio de la doctrina Monroe? ¿Una jugada para renovar el bloque americano en esa pugna economía de las regiones de la aldea global? ¿O será la reedición del panamericanismo?

Pero, ese panamericanismo, ¿qué significó en la historia de la región? El principal objetivo de Estados Unidos con esa política, era instaurar un derecho internacional de carácter americano, en oposición del derecho internacional de otras regiones del mundo, en especial del europeo. Como bien explica Juan Pablo Scarfi en su libro El imperio de la ley, se trataba de sostener doctrinariamente por parte de algunos funcionarios del Departamento de Estado (Elihu Root, James Brown Scott), quienes se encontraban involucrados en institutos y publicaciones abocadas al tema internacional.

Esta pretensión imperial de crear un derecho internacional a imagen y semejanza de la Suprema Corte estadunidense, logró adeptos a lo largo y ancho del continente americano: México (Joaquín D. Casasús), Cuba (Antonio Sánchez de Bustamante y Sirvén), Costa Rica (Luis Anderson), Venezuela (José Gil Fortoul), Chile (Alejandro Álvarez) y Argentina (Luis María Drago); concursaron en congresos y colaboraciones en libros y revistas, con el objetivo de coadyuvar con los esfuerzos encabezados por James Brown Scott.

La figura de este último se vuelve relevante con la ascendente intelectual que desempeñó en el movimiento, así como por el giro que al final le dio a su campo de estudio. En un principio, las fuentes que le atribuían al derecho internacional provenían del derecho anglosajón; pero como decíamos, en la etapa más tardía, se buscaron las influencias de Francisco de Vitoria (1492-1546), monje dominico de la Universidad de Salamanca, quien justificó la conquista de América desde un punto de vista temporal y divino.

Como bien observa Scarfi, el dominio de Estados Unidos no se desplegó solamente por la fuerza de su armada, sino por la conquista de las almas y del discurso racional. Con la fuerza de su elocuencia borró la noción común de los internacionalistas, quienes atribuían la invención del derecho internacional a Hugo Grocio, para servirla en bandeja de plata al monje dominico que exponía ideas afines a sus propósitos en Latinoamérica.

Por supuesto, éste no ha sido el único intento de figuras académicas estadunidenses de hacer prevalecer sus ideas políticas maquilladas como verdades científicamente probadas. Como ejemplo de ello, podemos recordar lo aseverado por Naomi Klein, sobre los principios neoliberales impartidos a jóvenes becarios latinoamericanos en universidades como Chicago o Harvard, Yale o Stanford.

 

* Juan Pablo Scarfi (2004), El imperio de la ley. James Brown Scott y la construcción de un orden jurídico interamericano, Argentina: Fondo de Cultura Económica.

 

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