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1824 23 Abril 2015

 

 

MALDITOS HIPSTERS
Annie Hall o el romance urbano
Luis Valdez

 

Monterrey.- Todo romance es una maraña de nervios jalados por la curiosidad y el saberse en un territorio inseguro.

Un hombre se debate en su monólogo sobre las crisis personales y la mujer que tiene enfrente le dice que se dirige a un extremo de la ciudad, pero le da raid al otro lado. Aun con ello, el romance urbano es un clásico.

Aunque el protagonista crece debajo de la montaña rusa de una feria local, no me imagino a alguien que haya crecido a expensas de Bosque Mágico (lo cual no le dejaría en una condición adulta saludable), con unos padres que discuten hasta por los robos de la empleada doméstica. ¿Qué tipo de familia de clase media baja que tiene que vivir bajo la montaña rusa tiene suficiente dinero para contratar una empleada doméstica? ¿Acaso son judíos? ¿Acaso los afroamericanos eran empleados de bajo costo? ¿Dónde están los latinos que cobran menos y hacen trabajos más rústicos sin gruñir?

Los protagonistas de la historia se conocen en un club donde ella juega (maljuega) tenis. Ahora los encontrarías en un Starbucks, ella con su Ipad en lugar de una raqueta, o en un mercadito de Foodtrucks cargando un plato de cartón (reciclado) con un pastelito de pingüino bañado en jarabe de chocolate (listo para reciclar).

Ella conduce un vocho sin capacete. ¿Por qué no un audi o un carro de esos que parecen caja donde sólo caben dos personas y con una bicicleta colgada detrás? Porque los he visto en sus Picnic/protesta llegando en autos que estacionan una calle antes, para desenganchar las bicicletas y arribar al parque pedaleando como Dios manda, a la manera de Quadri, que bien bajaba de su auto para abordar la combi que lo hacía tan cool. 

La pareja hace fila para el cine mientras discuten sobre Marshal McLuhan, y resulta confuso. Tan confuso como hacer fila afuera de Marco un miércoles por la tarde y tener que chutarte todo el rollo que le echa un casi egresado de arte o literatura, a una universitaria de menor edad, mientras esperan entrar a la exposición de Stanley Kubrick. Dan unas ganas tremendas de no pagar los recibos de electricidad y agua, para mejor comprar un boleto en fin de semana.  

La convivencia social es un riesgo. Implica que la persona con la que te acuestas conozca gente más interesante y con más medios que tú. Gente con más mundo que tú, con ropa más cara o que se la pasa viajando. Si tu pareja tiene sueños de artista, cuídate de los cazatalentos, porque te quitarán lo que tienes entre las manos aunque los dos se encuentren sin ropa. Sobre todo si tu acuerdo inicial fue no hablar de amor, porque el amor a final de cuentas es una atadura que sirve como compromiso; pero si la relación no tiene compromiso, luego no te reproches si te deja por un imbécil.

Es decir que el romance urbano sigue de moda. Sobre todo ahora que la ciudad está repleta de mujeres hípsters que sin siquiera ver la película Annie Hall, son unas Annie Hall en potencia. Mujeres dispuestas a mantener una relación sin hablar de amor y a jugar el juego de la pareja para lo mismo matar una araña que ir de un hombre a otro sólo porque “me trata bien”. Si no hay concepto del amor tampoco hay un anhelo por el matrimonio. Annie Hall está libre de estos conceptos porque los hombres le han enseñado que se puede jugar así y sobrevivir en urbes como Nueva York, Los Ángeles, y puede que también en el urbanorancho de Monterrey.

 

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