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1852 2 Junio 2015

 

 

Creel y los cierres de campaña
Eloy Garza González

 

San Pedro Garza García.- Santiago Creel vino antier a Monterrey para acompañar a Felipe de Jesús Cantú en su cierre de campaña. Dicen que es el más entusiasta de los defensores de la candidatura de Felipe.

Para Creel, los actos masivos, además de mostrar “músculo”, son importantes porque representan ensayos de movilización electoral. Quien llena de partidarios un estadio o una arena, tendrá la capacidad para llevarlos a votar el “día D”. Con los mítines de cierre de campaña, se calibra la estructura del candidato, el ánimo de sus seguidores y la penetración de su mensaje. Son herramientas de precisión electoral además de eventos lucidores.

Cuando Creel era abogado y no político, le gustaba desayunar en la taquería Espartaco, en el centro histórico de México, frente al bar La Opera, donde Pancho Villa (que odiaba al abuelo de Creel) pegó de balazos. Iba Creel casi diariamente con los colegas de su despacho jurídico, hasta que pretendió democratizar el entonces IFE como Consejero Electoral. Entonces la taquería perdió al único de sus clientes que pudo ser Presidente de México, Jefe de Gobierno del DF, y llegó a ser Secretario de Gobernación y luego Senador.

La afición de Creel por los tacos es curiosa porque siempre ha sido un representante de la clase alta mexicana más ortodoxa: sus ancestros llegaron de Kentucky y unieron su apellido con los Terrazas en Chihuahua y con Carlos María Bustamante (que odiaba a don Miguel Hidalgo, Padre de la Patria). Por eso Creel es rubio, imposta la voz algodonera y se deja la barba estilo Lo que el viento se llevó.

Creel es uno de los mayores eruditos en México sobre biografías de John F. Kennedy. El mérito no es menor, porque Kennedy casi ha llegado a ser un subgénero literario. Creel también es uno de los panistas que más odio ha levantado entre los poderes fácticos (léase Televisa), un odio similar al que Villa tuvo contra su abuelo, o Bustamante a Hidalgo.

Desde entonces Creel aprendió que siempre que se hace política, se hace política en contra de alguien. Y a veces, en ciertas campañas electorales, movilizar ciudadanos implica levantar el odio masivo. En Nuevo León esa práctica masiva se ha vuelvo verdad. El término contienda no es más que un eufemismo de aquella frase: “peléense a muerte los hunos con los otros”.

A partir de su célebre pleito contra Televisa, Creel pasó de querer ser Kennedy, a querer ser una especie de Espartaco mexicano, un “fuera de lugar”, un outsider. De la línea oficial, al voluntarismo del renegado; del hombre de sistema al rebelde con causa; del niño mimado de los medios masivos al confrontador de la poderosa televisión. De la conciliación al odio. De la ortodoxia a la heterodoxia.

Pero Creel no pudo rebasar nunca la raya entre el engranaje del poder y el Lobo Estepario, entre Kennedy y Espartaco. ¿Es esa la raya que tendrá que rebasar quien pretenda gobernar Nuevo León? ¿Ganará la gubernatura de este Estado la ortodoxia o la heterodoxia? Esa disyuntiva se despejará pronto.

 

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