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1858 10 Junio 2015

 

 

Una nueva forma de hacer política
Efrén Vázquez

 

Monterrey.- La mayoritaria de los nuevoleoneses optamos, el pasado 7 de junio, por una nueva forma de hacer política, basada en la transparencia y la participación ciudadana.

Lo que esencialmente significa: 1) que al gobierno va a servir a todos, no a robar; y 2) que la gobernabilidad democrática no precisa, como se suele creer, de que la mayoría de los integrantes del Congreso sean del partido del gobernador, para que éste pueda controlar a la mayoría de los diputados.

“Si gana El Bronco —sostuvieron los enemigos políticos de Jaime Rodríguez y Fernando Elizondo durante la campaña—, no habrá gobernabilidad en el Estado”. Y ninguno de los formadores de la opinión pública, la mayoría más comprometidos con el sistema político corrupto que con la verdad, pudo advertir que dicha aseveración alude a una gobernabilidad autoritaria, que es la que hemos vivido, no a una gobernabilidad democrática.

La democracia es, en esencia: 1) una renuncia al poder para distribuirlo racionalmente, en busca de equilibrios; 2) diálogo racional para el logro de acuerdos, sin lo cual no es posible la gobernabilidad democrática, y para que las minorías, a través de dicho diálogo, tengan la posibilidad de convertirse en mayorías; y 3) el sometimiento, con base a estas reglas, de las minorías a lo acordado por el voto mayoritario.

Pero no es esto lo que en la clase política entiende por democracia. Por eso los dinosaurios del PRIAN y los aprendices de brujos de los partidos pequeños, de las izquierdas y las derechas, dicen que con el arribo de El Bronco a la gubernatura la gobernabilidad está en peligro.

Ni en el Congreso, ni mucho menos en los partidos, se sabe lo que es un «diálogo racional», en el cual se parte de dos supuestos: a) que la única verdad es la que surge de dicho diálogo; y b) que es posible que la verdad, o parte de ésta, no esté en mí sino en el o los otros, razón por lo cual, para encontrar la respuesta correcta de algo, o para encontrar la verdad de algo, yo necesito al otro o a los otros.

Lo triste de la situación es que en el Congreso, órgano deliberativo por antonomasia, no se sabe lo que es diálogo racional. Lo que en estos lugares se produce es un diálogo de sordos; un monólogo, de cada partido ahí representado, asfixiante y adormecedor que estimula la decadencia y obstaculiza el crecimiento humano.

En el Congreso, la verdad que surge del diálogo racional es sustituida por la “verdad” del partido que tiene la mayoría; o por la “verdad” perversa de las mafias partidistas que adquiere sentido de legalidad, por medio de conciliábulos.

Lo que impera en el Congreso es los chantajes y las componendas entre las fracciones que integran la asamblea legislativa; el juego de Toma y Daca, y si se puede, Toma todo, es algo que en el Congreso todos saben jugar muy bien.
Los partidos representados en el Congreso, sobre todos el de mayoría y el que tiene la primera minoría, por medio de chantajes y componendas intercambian posiciones en el Poder Judicial, en las áreas de justicia administrativa, laboral, electoral, etcétera, sin importar que los agraciados tengan el perfil adecuado para los cargos, lo que hace mucho daño a la administración pública y a los gobernados.

Es hora ya, de que las bases sociales que apoyaron a Jaime H. Rodríguez a la gubernatura, exijan que se desaprenda todo este tipo de prácticas corruptas, y que a la vez se aprenda una nueva forma de hacer política.

A partir del supuesto de que la política es, en esencia, conflicto y negociación no chantaje, no Toma y daca, lo primero que hay que aprender es que, si se trata de una gobernabilidad democrática la que queremos para Nuevo León, el titular del Poder Ejecutivo no tiene por qué tener bajo su control a la mayoría del Congreso.

Lo que se necesita es saber dialogar de manera racional, para lograr acuerdos de interés general.

Se tiene que aprender que «negociación», en política, no es maquinación ni chantaje, sino la busca de acuerdos, a través de un diálogo racional en el que el eje central sea el bien común.

Se tiene que aprender, entre muchas otras cosas relacionadas al quehacer político, que las bases sociales no sirven sólo para hacer que personas destacadas lleguen a los cargos públicos, sino que los ciudadanos constantemente deben estar al pendiente de las acciones del gobierno para aprobar o desaprobar su actuar.

En empoderamiento ciudadano no debe quedar sólo en una propuesta de campaña de El Bronco y Fernando Elizondo, debe hacerse realidad. Por eso, la primera demanda que los ciudadanos tenemos que hacer a la nueva legislatura, es que apruebe, antes de cualquier otra cosa, la Ley de Participación Ciudadana.

 

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